PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA PRÁCTICA DEL OCULTISMO
Manly Hall
La cuestión es ésta: "¿Qué debo hacer para desarrollar los poderes latentes
en mi interior?" Si bien no es posible dar una respuesta directa a semejante
pregunta, podemos, en cambio, arrojar algo de luz sobre el tema, aclarando
los principios fundamentales sobre los cuales se establecieron las Escuelas
Ocultistas de todos los tiempos, como instituciones
de cultura filosófica, ética y religiosa.
Las Escuelas de los Misterios están integradas por hombres y mujeres iluminados,
que han sido aceptados junto a los inmortales. Alcanzar esta posición superior
requiere una suma de trabajo preparatorio casi inconcebible; pues el hombre
que quiera confraternizar con estos avanzados ejemplares de la humanidad,
debe elevarse hasta su mismo plano.
Comprendiendo que nada es más peligroso que la indiscriminada difusión
de los secretos ocultos, los Misterios establecieron sus escuelas con
el propósito de guardar, más bien que de revelar el conocimiento. Eran
los originarios y únicos custodios de todas las ciencias y artes divinos,
cuyas secretas claves sólo revelaban a quienes consideraban aptos para
recibirlas. Cuanto más aumentan los poderes del hombre, por obra de su
conocimiento, los secretos de las fuerzas sutiles de la Naturaleza no le
pueden ser revelados hasta no haber pasado por estos Misterios, que
ponen a prueba sus motivaciones, y que le exigen
ciertos patrones de excelencia moral y filosófica.
Antes de que el candidato esté en situación de comenzar sus estudios
de filosofía ocultista (que, si son completados con éxito, culminarán
en su condición de discípulo y en su final admisión en los Misterios),
deberá primero poner las bases familiarizándose con determinados
sistemas de ética y conquistar un conocimiento por lo menos
aceptable, de varias artes y ciencias concretas.
1. El candidato debe comprender el valor de la educación. Si bien el ignorante
puede ser capaz de desarrollo espiritual, persiste el hecho de que
el progreso ético se ve gravemente retardado por el desconocimiento de
las artes y ciencias prácticas. Al desconocer el gran valor de la disciplina,
muchos estudiosos de las ciencias ocultas ridiculizan los modernos
sistemas de educación, que tienen el mérito de disciplinar la mente.
Aprender a estudiar es un prerrequisito del estudio eficaz. Antes
de poder pensar, es necesario entrenar la mente en la razón, la coherencia
y la lógica: fundamentos del pensamiento. En un último análisis, todas
las artes y ciencias llamadas prácticas son reflejos de la secreta sabiduría.
Un hombre con conocimientos matemáticos no podrá menos que conocer
mejor el plan divino, que quien carece de aquéllos. Pitágoras exigía
capacitación en la música, las matemáticas y la astronomía, a todos los
candidatos que desearan ser admitidos en su escuela.
Antes de que el candidato pueda honestamente aspirar a ingresar en el
"Templo de la Sabiduría", debe preparar sus ofrendas y presentarlas en
el Templo. La única posible ofrenda que puede hacer, es la de si mismo,
y esta ofrenda sólo es aceptable si resulta útil para la difusión de la
sabiduría. Cuanto más cerca de la perfección se halle aquel vehículo,
mayor será su utilidad. Si puede hablar una considerable cantidad
de idiomas, tiene una positiva ventaja. Si es un experto en química, o
está dotado para la oratoria y tiene claro pensamiento posee valiosas
aptitudes que pueden rápidamente ponerse al servicio de la humanidad.
Si el candidato, a pesar de su sinceridad, se presenta a la puerta del
Templo ignorante y sin preparación, es necesario, en primer lugar,
pertrecharlo para su trabajo. Este entrenamiento preparatorio
requiere años. La persona deseosa de consagrarse
desinteresadamente al servicio de Dios - primer requisito para
entrar en el Templo - ciertamente debería anhelar, primeramente, educarse
aprendiendo cuanto el mundo material y concreto puede enseñarle. Nunca
debe buscar a los Maestros de la sabiduría hasta no tener algo de positivo
valor para ofrecerles, pues la utilidad está, en
gran medida, determinada por la inteligencia.
2. El candidato debe comprender la importancia de la continuidad. La maldición
del mundo moderno estriba en su incapacidad para concluir las empresas
que comienza. Así como el niño comienza muchas cosas pero no completa
ninguna, así, también, el hombre de mente infantil vacila entre varias
actividades. El fracaso en lograr algo es el resultado de dispersar las
energías mentales tratando de abarcar áreas demasiado grandes. El
hombre no debería cultivar cualidad más esencial para su bienestar
espiritual, que aquélla de terminar lo que comienza. No es posible
conquistar el éxito en el mundo material sin un desarrollo, por lo menos
razonable, del poder de continuidad. Esto mismo vale para las
cuestiones referentes al ocultismo. Una persona que estudia varias
Corrientes filosóficas, puede considerarse a sí mismo como un
hombre de mente amplia, pero si no lleva ninguna de dichas
corrientes hasta su culminación satisfactoria, es, en realidad, un
"cabeza de chorlito". Una y otra vez, esa persona se desvía y ensaya
un nuevo camino, cuando unos pocos pasos más
en la senda antigua, le hubieran acercado a la meta.
3. El candidato debe reconocer sus deudas con la sociedad. Si en su afán
por desarrollar su naturaleza espiritual, el candidato descuida las
tareas cotidianas que le han sido asignadas en el mundo material,
no alcanzará jamás la verdadera espiritualidad. Cada individuo
que nace al mundo físico tiene obligaciones, que si no son
asumidas por él, deben recaer sobre otros. Entre los hindúes, por
ejemplo, la deuda que el brahmín contrae con la raza que le dio
nacimiento, es muy profundamente sentida. Esta deuda no queda
saldada hasta que el brahmín tiene a su vez un hijo varón, al que
prodigará los cuidados y atenciones que antes recibiera él de sus padres.
¡Desgraciados de quienes descuidan a los suyos para servir a su
Dios!. En este mundo es necesario, primero, merecer el derecho
a las horas libres, que son esenciales para el mejoramiento
personal. La razón principal de los problemas que constantemente
abruman a las personas, estriba en el hecho de que éstas buscan
rehuir, en todo momento, esos problemas. Muchos dicen:
"La vida no es otra cosa que una dificultad tras otra". cuando, en
realidad, se trata de la misma dificultad que se presenta una y otra
vez, porque no se la domina. Se obliga al candidato a enfrentar y
solucionar cada problema en su vida. De esta manera se eliminan
las confusiones, y se logra más tiempo libre para el progreso ético.
Los prosaicos deberes de la vida diaria son los elementos con los
que se plasma el carácter, y quienes no pueden hacerles frente, tampoco
sirven para las cosas espirituales, como no sirven para las cosas materiales.
El desarrollo ocultista es un proceso extremadamente lento. A menudo
son imperceptibles los resultados del tiempo y la energía empleados.
Esto produce desaliento, el candidato abandona la lucha, considerando
que la tarea que tiene por delante es desesperante. El desaliento es una
de las tentaciones que los Misterios ponen en el camino del candidato,
pues en cuestiones espirituales, aquel que puede ser desalentado no
merece ser animado. Es por medio del desaliento que se eliminan las
mentes mediocres. Reconociendo la dificultad de conservar la continuidad
mental, los Misterios exigen esto de sus candidatos, pues sólo quienes, año
tras año, luchan persiguiendo un mismo fin, tanteando en la oscuridad,
pero con perfecta y recta fe, merecen entrar al Templo: la Morada de los Inmortales.
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