2. EL SEGUNDO ADVENIMIENTO DEL MAESTRO
En varias ocasiones había hecho declaraciones Jesús que condujeron a sus oyentes a deducir que, aunque él intentaba dejar este mundo dentro de poco, retornaría con toda certeza para consumar la obra del reino celestial. A medida que crecía en sus seguidores el convencimiento de que él los iba a dejar, y después de haber partido él de este mundo, era natural que todos los creyentes se aferraran firmemente de estas promesas de retorno. La doctrina del segundo advenimiento de Cristo se incorporó de este modo en fecha temprana en las enseñanzas de los cristianos, y casi todas las generaciones subsiguientes de discípulos creyeron devotamente en esta verdad y esperaron con confianza su llegada.
Si debían separarse de su Maestro e Instructor, tanto más estos primeros discípulos y apóstoles se aferraron a la promesa de su retorno, y no perdieron tiempo en asociar la destrucción prevista de Jerusalén con este segundo advenimiento prometido. Así continuaron interpretando sus palabras, a pesar de que, a lo largo de esta instrucción vespertina en el Monte de los Olivos, el Maestro puso particular cuidado en prevenir precisamente este error.
Respondiendo ulteriormente a la pregunta de Pedro, Jesús dijo: «¿Por qué persistís en considerar que el Hijo del Hombre se sentará en el trono de David y esperáis que se cumplan lo sueños materiales de los judíos? ¿Acaso no os he dicho en todos estos años que mi reino no es de este mundo? Las cosas que contempláis ahora a vuestros pies están llegando a su fin, pero éste será un nuevo comienzo del cual el evangelio del reino se expanderá a todo el mundo y esta salvación será para todos los pueblos. Cuando el reino haya llegado a su fruto pleno, estad seguros de que el Padre en el cielo no dejará de visitaros con una revelación ampliada de la verdad y con una enaltecida demostración de rectitud, aun como ya otorgó a este mundo a aquel que se convirtió en el príncipe de las tinieblas, y luego a Adán, que fue seguido por Melquisedek, y en estos días, el Hijo del Hombre. Así pues, mi Padre continuará manifestando su misericordia y mostrando su amor, aun a este mundo tenebroso y malvado. Así también yo, después que mi Padre me haya investido de todo poder y autoridad, continuaré siguiendo vuestra suerte y guiando los asuntos del reino mediante la presencia de mi espíritu que pronto será derramado sobre toda carne. Aunque así estaré presente con vosotros en espíritu, también os prometo que alguna vez volveré a este mundo, donde he vivido esta vida en la carne logrando la experiencia simultánea de revelar a Dios al hombre y conducir al hombre a Dios. Muy pronto debo abandonaros y emprender la obra que el Padre ha confiado en mis manos, pero seáis valerosos porque alguna vez retornaré. Mientras tanto, mi Espíri