CUANDO EL TIEMPO SE ESCURRE
ENTRE TUS MANOS
Cuando el tiempo se escurre entre tus manos
y la luz de la vida se te apaga,
y la ilusión de ver ya no te halaga,
y el desafío y el vencer son vanos.
Cuando los tuyos no te necesitan,
y ya lo diste todo en cuerpo y alma,
y tu espíritu busca ya la calma,
pues tener y gozar ya no te excitan.
Cuando, roto, por fin, el tenue lazo
que te unía a las cosas de la vida,
ya nada te ilusiona o te intimida
e intuyes de la muerte el frío abrazo.
Cuando ves ya más luz del otro lado
y la de aquí semeja breve llama,
y de tu vida se acaba la trama,
¿Qué te queda por dar, que no hayas dado?
¿Qué queda por hacer que no hayas hecho?
¿Qué queda por sentir, aún no sentido?
¿Qué queda por decir, aún omitido?
¿Y qué vivencia no habitó en tu pecho?
En esa situación, si no tuviste
la fuerza de la fe y de la esperanza
de una vida después, que fin no alcanza,
¿qué será de tu ser, oscuro y triste?
¿No comprendes que, en lo que llamas vida,
que no es sino una bella y breve farsa,
tomaste parte sólo en la comparsa
de una comedia ya preconcebida?
Mira al frente y confía, porque es cierto
que hay un Dios que te espera y que te ama;
búscalo en tu interior que, allí, su llama
ya ardía cuando tú, hacia el mundo abierto,
te aferrabas a todo lo que acaba,
y, ciego y sordo a Él y a su reclamo
y, sin saber que es Él quien es el amo,
lo buscabas, sin ver, donde no estaba.
Búscalo en tu interior y podrás verlo,
y Él te dará todo lo que te falta:
vida, ilusión... felicidad tan alta,
que sólo desearás poder tenerlo.
Y tu vida tendrá, toda, el sentido
que no hallabas a ver, en tu ceguera,
y la comprenderás toda ella entera,
y te satisfará haberla vivido.