Sabemos que una de las finalidades de nuestras reencarnaciones
consiste en el desarrollo de la voluntad.
La voluntad es una fuerza clave, tanto para la creación del universo
como para la actuación de cualquier ser o de cualquier cosa.
El hombre actúa por propia voluntad o sometido a la de otro hombre.
Y los seres de oleadas de vida posteriores a la nuestra actúan gracias a la
voluntad de sus espíritus-grupo. Pero también las innumerables oleadas de
vida que nos preceden están dotadas de esa fuerza. Todos, absolutamente
todos los seres poseen esa energía misteriosa, capaz de traer a la existencia
algo inexistente, sencillamente porque esa fuerza es la fuerza del Padre, el
primer aspecto de la manifestación del Absoluto, origen de todo y, cuya
manifestación llamamos el Ser Supremo. Porque, la nota-clave del Padre es
"Voluntad".
Si meditamos sobre ella, sin embargo, observaremos que la voluntad,
para funcionar, para producir sus maravillosos efectos, necesita de la
previa existencia de la imagen mental de lo que se quiere crear: No es
posible poner en marcha la voluntad para producir algún efecto si antes no
se sabe qué efecto se desea producir: No puedo pasear si no lo imagino
antes, ni puedo pintar si no sé antes qué quiero plasmar, ni puedo comer, si
no lo anticipo mentalmente.
¿Y qué es ese algo anterior a la voluntad? ¿Qué es lo que produce lo
que será el objeto del acto volitivo? Pues es, simplemente, la imaginación.
Es ella la que crea la imagen - de ahí su nombre - del pensamiento, palabra,
sentimiento o obra que el posterior acto de voluntad hará propios y
convertirá en manifestados, en existentes, pasándolos de potencia a acto.
Es la imaginación la que ha hecho posible que la voluntad actúe y dé
lugar a cuanto existe en el universo. Incluso antes de la Manifestación, el
Absoluto tuvo necesidad de imaginar lo que el Ser Supremo sería para
manifestarse en Él, y Éste tuvo que imaginar lo que sería la Creación, para
traerla al mundo manifestado. La imaginación, pues, si bien se piensa, es la
fuerza básica, la simiente de todo lo existente.
Al llegar a esta conclusión uno siente, en lo profundo de su ser, todo
lo grave, lo trascendente que es la buena utilización de la imaginación, la
perfecta y cuidadosa formación de las imágenes de aquello que luego la
voluntad se encargará de hacer que sea.
Y ahí está nuestro papel, nuestro rol en la vida, nuestra tarea. Todo
cuanto existe a nuestro alrededor, pero no sólo en el mundo físico sino en
los demás planos, ha sido una vez, antes de llegar a la existencia, una
imagen "no nata", de lo que es hoy, en la mente de alguien. Lo que
nosotros seremos, pues, en el futuro, lo que será nuestro entorno, lo que el
futuro nos deparará, nuestra salud, nuestra suerte, nuestra actuación,
nuestros errores y aciertos, todo dependerá de la calidad de las imágenes
que pongamos a disposición de la voluntad, para que ésta las acepte y las
lleve a efecto.
De ahí la importancia del control de nuestra imaginación que, de una
manera poco profunda, se enuncia como el "control de nuestros
pensamientos".
Ciertamente, el pensamiento es fundamental, pero antes del
pensamiento hay una imagen y un acto de voluntad que hacen posible el
nacimiento de ese pensamiento que, a su vez, podrá luego plasmarse, si la
voluntad así lo quiere, en cualquiera de los mundos en que dicha voluntad
actúe.
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