Cuando afirmo que el orden divino está establecido en mi vida, reconozco mi unidad con el principio del orden y de la armonía. Al abrir mi mente y mi corazón a la sabiduría divina, establezco la base para el orden en mi vida. Quizás me sienta guiado a una acción específica, a crear algo nuevo o tal vez encuentre la solución a una situación retadora que antes no pude imaginar.
Al darme cuenta de que vivo en un mundo de orden y armonía, no permito que las contrariedades me afecten. Miro más allá de las apariencias caóticas al orden divino subyacente; mantengo la calma y la serenidad. Tengo fe en que mi vida está en el camino correcto y que todo está en orden divino.
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