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El odio es un sentimiento oscuro que nos daña y nos lleva a dañar a otros personas. Para vivir de una manera positiva, conviene evitarlo o superarlo pues sus efectos suelen ser devastadores.
De la amplia gama de emociones y sentimientos que experimentamos los seres humanos, el odio es uno de los estados más nocivos y limitantes para nuestro bienestar y para el logro de nuestro más valiosos objetivos.
Puede describirse como un estado intenso, caracterizado por manifestaciones de antipatía y aversión hacia personas, situaciones o cosas, cuyo mal podemos llegar a desear apoyándonos en ideas que vemos como razones válidas y justificadas. El odio suele asociarse con actitudes como: aversión, repulsión, encono, rencor, saña o enemistad.
Algunos especialistas y estudiosos de las emociones, consideran que odiar es normal, que es un estado afectivo parte de nuestro repertorio emocional que no debería censurarse, sino más bien comprenderse, expresarse y tolerarse. Aunque aceptemos esa idea como válida bajo ciertas circunstancias muy particulares, no por eso debemos ignorar que el odio es un sentimiento destructivo y limitador, que nos afecta y que debe ser adecuadamente abordado, con base en la consciencia, la responsabilidad y la voluntad.
El odio tiene una funcion de autoprotección de la dignidad, de defensa del ego, es la valvula de escape del resentimiento o la respuesta a una injusticia notable o reiterada. Pero pese a las formas de justificación que encontremos para darle espacio, es negativo en muchos aspectos pues afecta la salud, especialmente el sistema inmune, el hígado y el corazón. Numerosas investigaciones han encontrado relación entre algunos tipos de cáncer y odios profundos no perdonados. En el marco de las relaciones personales, el odio es un veneno mortífero que impide el encuentro, la comunicación, la armonía y la convivencia basada en la comprensión, el acuerdo, el aprecio y el respeto. En el ámbito laboral odiar puede causar estragos. Verse abrazado por las llamas del odio afecta la productividad, pues impide la expresión de la creatividad, al mantener a quien lo padece, atado a pensamientos obsesivos de venganza, agresividad y violencia.
La génesis del odio puede estar en los contextos psicológicos del nacimiento y la crianza, en los que los golpes a la autoestima son caldos de cultivo de reacciones y sentimientos ruines. Muchos de quienes expresan odio, afirman haber sido ignorados, rechazados, maltratados o abandonados. A veces ese odio es dirigido hacia la propia persona en forma de culpa por no haber hecho o logrado ciertas cosas. Ese odio autodirigido, impulsa la autodestrucción: enfermarse y suicidarse, sonrespuestas que en ocasiones nacen del odio por sí msimo.
Así como puede odiarse a una persona, puede odiarse una idea o una deidad. Por ejemplo, muchos revelan odio hacia Dios por haberlos privado de sus seres queridos, o por "haberles quitado" salud, oportunidades, belleza o juventud.
El odio puede tener un lado bueno, como cuando odiamos la mediocridad o la ignorancia y nos vemos empujados a mejorar nuestra vida. Esta es, quizás, el mejor uso del odio. Aunque muchas veces consideramos que nuestra actitud está justificada, quien odia vive más cerca de la venganza que de la justicia.
Odiar es muy fácil. Para hacerlo, basta con pensar que somos los buenos, los adecuados, las víctimas, y sentirse seguro de tener la razón omitiendo todo lo que contradiga nuestras cogniciones. Entonces, casi espontáneamente brotan desde nuestra sombra, chorros calientes de lava gris, lista para bañar a cualquiera que señalemos como objeto de nuestra frustración.
Menos fácil es dejar de odiar. Se requieren mente abierta y corazón dispuesto, para enfrentar el veneno. No hay mucha ciencia en quejarse, morder, gritar, insultar, maldecir y golpear. Para eso sólo basta seguir el instinto animal; tener una excusa, elegir un enemigo y verter en la sangre un poco de adrenalina. Pero ¿qué hacer para vencer este sentimiento destructor, enemigo de la buena vida?
Podemos evitar convertirnos en blanco de los arranques de odio, tratando a los demás con aprecio, consideración y respeto. Evitando enrostrarles nuestro poder, talentos o logros. Recordemos las palabras de Lord Chesterfield, quien dijo: "La gente odia a quienes les hacen sentir su propia inferioridad". Evitemos herir.
Si somos nosotros quienes estamos "picados de odio", podemos alejarnos del estímulo (persona o cosa) que nos causa aversión, y reducir su influencia sobre nuestra emociones. Hacer como aconsejó el gran poeta Amado Nervo: "Si una espina me hiere, me alejo, pero no la aborrezco.
Podemos intentar un paso más allá y comprender que las personas tienden a mostrarse básicas, egoístas y emocionales. Al verlas en su incapacidad y su ignorancia, podemos tratar de comprender a quienes nos desagradan, a quienes nos han faltado o incluso a quienes no odian con saña. Podemos, simplemente, tocarnos y tocarlos en el corazón. ¿No fue eso lo que indicaba Gandhi el expresar que "El odio nunca es vencido por el odio, sino por el amor?".
En una visión espiritual, podemos dejar las cosas en manos de Dios, y asumir que no debemos vengarnos ni odiar. Si creemos en las leyes espirituales, sabremos que hay una Ley de Causa y Efecto y que todo lo que una persona hace le genera consecuencias expandidas. A cada quien le llega el día de pagar sus deudas. Todo cuanto ocurre tiene una razón que no siempre resulta obvia. No existen los accidentes en la naturaleza.
Libera tu mente del odio y vivirás mas y mejor. El asunto es quererlo y hacer algo al respecto. Piénsalo. Gracias por leerme. www.laexcelencia.com
Lic. Renny Yagosesky
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