divino Autor de nuestro ser, nuestro Padre Celestial, ha dado el más grande de todos los dones
al hombre, el Hijo, así también los hombres son impelidos a darse dones unos a otros. Entonces
reinan sobre la tierra la alegría, la buena voluntad y la paz, aunque el hombre no
comprenda las razones místicas, anualmente recurrentes, que existen para ello.
Así como un poco de levadura fermenta a toda la masa, así este impulso espiritual que
impregna la tierra en el solsticio de invierno encuentra su camino a través de los meses de
invierno, hacia la circunferencia, dando vida a todo lo que con él se pone en contacto. Aún los
minerales no crecerían si este impulso de luz fuese retirado, y por el tiempo de Pascua
(Hemisferio Norte) o cuando la tierra está en flor, cuando los pájaros comienzan a cantar, y
los animales se aparean en la floresta, todos son imbuidos con esta gran vida Divina. Se ha
dado totalmente, muere, y es de nuevo levantada para ascender a la diestra de nuestro Padre.
Así es que la Navidad y la Pascua son puntos turnantes que marcan el flujo y el reflujo de la
Vida Divina anualmente prodigada, sin la cual sería imposible para nosotros vivir sobre la
tierra. La Pascua también pone fin a la recurrencia anual del sentimiento festivo que
experimentamos desde la Navidad hasta la Pascua, gozo que conmueve nuestro ser. Si somos
completamente sensitivos, no podemos sino sentir la Navidad y la Pascua en el aire, porque
una y otra están cargadas de amor, vida y gozo divinos.
¿Pero de dónde viene la nota de aflicción y sufrimiento que precede a la Pascua de
Resurrección? ¿Por qué no podemos regocijarnos con un gozo sin mezcla de aflicción al
tiempo en que el Sol es liberado y retorna a Su Padre? ¿Por qué esta Pasión, esta Corona de
Espinas? ¿Por qué no puede esto dejar de ser considerado?
Para comprender este misterio es necesario enfocar el asunto desde el punto de vista del
Cristo, y es necesario comprender total y completamente que esta oleada anual de vida que es
proyectada en nuestro planeta no es simplemente una fuerza vacía de conciencia. Lleva
consigo la conciencia toda del Cristo Cósmico. Es un hecho absolutamente cierto que sin El
nada de lo que existe fue hecho, como nos lo dice San Juan en el capítulo inicial de su
Evangelio. Al tiempo de la Inmaculada Concepción en Septiembre, este gran impulso de vida
comienza su descenso sobre la tierra, y por el tiempo del solsticio de invierno, cuando tiene
lugar el nacimiento místico, el Cristo Cósmico se ha concentrado completamente sobre y
dentro de este planeta. Comprenderá usted que debe causar mucho sufrimiento a tan gran
Espíritu el ser oprimido dentro de esta pequeña tierra nuestra y ser consciente de todo el odio
y la discordia que exhalamos de día en día a través de todo el año. Es un hecho que no puede
ser controvertido que toda expresión de vida viene a través del amor, y que, similarmente, la
muerte viene a través del odio. Si el odio, y la discordia que generamos en nuestras vidas
diarias, y el egoísmo, fuesen dejados sin antídoto, esta tierra sería devorada por la muerte.
Usted recuerda la descripción de la Iniciación dada en el Concepto Rosacruz del Cosmos. En
ella se afirma que en la ceremonia que tiene lugar todos los días a medianoche, en el Templo
etérico, de Alemania es el focalizar todos los pensamientos de odio y de violencia generados
en el mundo occidental para que estos pensamientos sean allí desintegrados y transmutados, y
que esta es la base del progreso social en el mundo. También es sabido que los santos se
afligen y sufren grandemente con las violencias del mundo, con la discordia y el odio; que
ellos emiten de sí, individualmente, pensamientos de amor y de bondad. Los esfuerzos
asociados de órdenes tales como la de los Rosacruces son dirigidos por los mismos canales de
esfuerzos cuando el mundo está tranquilo, en lo que se refiere a las actividades físicas y es,
por lo tanto, más receptivo a la influencia espiritual a saber, a medianoche. A esa hora ellos se
esfuerzan por atraer y transmutar estas flechas mentales de odio y discordia, sufriendo así su
pequeña parte mientras tratan de despegar algunas de las espinas de la corona del Redentor.
Considerando lo anterior, usted comprenderá que el Espíritu de Cristo en la Tierra está, como
dice San Pablo, verdaderamente gimiendo y como si estuviese de parto, aguardando el día de
la liberación. Así es como El atrae todos los dardos del odio y de la ira. Estos dardos son la
corona de espinas.
En todo lo que vive, el cuerpo vital irradia rayos de luz a manera de cintas o banderas que
flotan en el viento; estos rayos de luz provienen de la fuerza que se emplea en construir el
cuerpo denso. Durante la salud estos rayos expulsan las toxinas del cuerpo y lo mantienen
limpio. Similares condiciones prevalecen en el cuerpo vital de la Tierra, la cual es el vehículo
de Cristo. Las fuerzas destructoras y venenosas generadas por nuestras pasiones son
eliminadas por medio de las fuerzas vitales del Cristo, pero cada pensamiento o acto malo le
ocasiona su propia proporción de dolor, y por consiguiente se convierte en una parte de la
Corona de Espinas -es corona porque la cabeza siempre se ha creído que es el asiento de la
conciencia. Deberíamos comprender que todo acto malo nuestro reacciona sobre el Cristo de
la manera apuntada, y agrega otra espina de sufrimiento.
En vista de lo anterior podemos comprender con qué alivio El pronuncia las últimas palabras
en el momento de liberarse de la cruz terrestre: Consummatum est. Por qué la recurrencia
anual del sufrimiento, pregunta usted? Así como nosotros inhalamos continuamente en
nuestros cuerpos el vitalizador oxígeno para que pase a través de su ciclo y vitalice y energetice
el cuerpo entero; así como ese oxígeno muere para el mundo externo por el momento,
mientras vive en el cuerpo, así como se carga en él con las toxinas y productos de desecho, y
es finalmente exhalado en forma de bióxido de carbono, así también es necesario para el
Salvador entrar anualmente en el gran cuerpo que llamamos la Tierra y tomar sobre sí todos
los venenos que nosotros mismos generamos, para limpiarlo y purificarlo y darle una nueva
garantía de vida antes de que finalmente El resucite y ascienda a su Padre.