LA RELACIÓN DE LOS AJUSTADORES CON LOS SERES MORTALES
Tan amorosamente nuestro Padre Celestial ha asumido su paternidad que se ha reservado para sí mismo el derecho inaleanable de estar presente en la mente y alma de cada uno de sus hijos y, para ello, condesciende con su divinidad, modifica, diluye y atenúa su infinidad descendiendo del Paraíso a nuestra mente como Ajustador, Entidad Fragmentada de su Divinidad, para mantener contacto personal con nosotros, convertirse en nuestro socio experiencial, ayudarnos en la evolución de nuestra alma inmortal y atraernos hacia Él. Ésta es la mayor prueba de amor, nuestro Ajustador, la presencia viva que nos une al Padre y nos da la identidad de sus hijos.
Por la técnica de la reflectividad, el cuerpo de reserva de los Ajustadores en Diviningtón recibe información sobre la personalidad que va a ser habitada por un Ajustador, por ejemplo, bosquejos de genealogía, pronósticos de comportamiento de vida, capacidades intelectuales y espirituales. Cada Ajustador tiene la prerrogativa, voluntad y poder para elegir nuestra mente para residir en ella, teniendo en cuenta su facilidad de adaptación a la personalidad anfitriona. Los Ajustadores aceptan un encargo difícil cuando se ofrecen como voluntarios para morar en seres tan complejos como los que vivimos en Urantia. Después de esta elección reciben un entrenamiento en las Escuelas de Diviningtón y diseñan un plan de trabajo para desarrollar en la mente que van a habitar. Este programa debe ser aprobado y certificado por el Ajustador Personalizado de Urantia y los Ajustadores Personalizados de Diviningtón para poner en marcha una carrera modelo, una vida ideal con un plan definido para nuestra evolución espiritual e intelectual.
Si el Ajustador se prepara para residir en la mente humana, ésta también, simultáneamente, es preparada por los Espíritus Ayudantes de la Mente, coordinados por la Madre Espíritu, y sólo puede ser habitada tan pronto el niño haga su primera decisión moral y haya sido incorporada en el Circuito del Espíritu Santo. No existen intermediarios ni otras autoridades ni poderes entre los Ajustadores Divinos y sus seres humanos; Dios y el hombre están relacionados directamente.
Nuestro Ajustador trabaja en las esferas de los niveles más altos de la mente humana y, desde allí, como ingeniero experto, manipula todo el potencial de nuestro intelecto humano para guiarnos certeramente hacia adentro y hacia arriba para nuestra realización eterna.
Su misión es hacer los ajustes espirituales y cambios que nosotros aceptemos inteligentemente, pues siempre respeta profundamente nuestra voluntad, la soberanía de nuestra personalidad y, sobre todo, nuestro libre albedrío; sólo interviene en el proceso para mejorar, modificar, ajustar, coordinar y espiritualizar nuestros pensamientos y personalidad. Nunca influye arbitrariamente en nuestras decisiones, pues ningún ser humano será jamás espiritualizado contra su propia voluntad por un Monitor Divino.
El Ajustador, que es de naturaleza divina tiene bastantes dificultades y obstáculos para transmitirnos su riqueza de sabiduría y verdad. Se comunica con nosotros directa o indirectamente y sin reconocimiento. Y, es que, por nuestra condición humana con sus limitaciones inherentes y los remolinos de caudales de energía de nuestra mente, para Él es muy difícil que escuchemos sus guías espirituales inspiradoras y sus transmisiones universales de amor, sabiduría y verdad que vienen del Padre; sin embargo, hay ciertos pensamientos repentinos, revelaciones, conclusiones e imágenes que vienen de Él y se registran en nuestra mente. Pero muy de vez en cuando oímos un leve y distante eco de la voz divina.
A pesar de nuestro desconocimiento, abandono y desinterés, nuestro Yo Divino no se desanima; Él es persistente, ingenioso y perfecto en su método de trabajo; permanece firme y es constante e incansable en su tarea altruista para nuestra evolución y bienestar espiritual,
La devoción y el amor de nuestro Ajustador es un sentimiento divino, conmovedor, sublime y semejante al del Padre. No sólo se preocupa por nuestra perfección progresiva, sino que también se interesa profundamente por nuestro bienestar material y nuestros logros terrenales y es solidario ante cualquier percance o enfermedad, siempre y cuando ésta no destruya nuestra mente. Le interesa nuestra salud, felicidad y prosperidad. Se involucra en nuestra cotidianidad e influye en nuestras decisiones espirituales y materiales. Nos ama divina y verdaderamente y, desde nuestra mente mortal, espera que alcancemos la divinidad para que termine su soledad y pueda ser liberado como nosotros de las limitaciones del tiempo y el espacio.
Es absolutamente reprochable y vergonzoso que no cuidemos el cuerpo ni la mente. No sólo me refiero al alcohol o al tabaco y a otras adicciones… sino también la a ausencia total de ejercicio físico, la mala alimentación, el abandono de nuestra salud, el negarnos el derecho al descanso y esparcimiento que tanto necesitamos. Pero algo más grave que nos carcome y debilita, fuera de hacer más difícil la tarea de nuestro Maestro Interior, es alimentar el temor, la ira, la envidia, los celos, la intolerancia y el rencor. Esta conducta es venenosa y cruel, no sólo atrasa los esfuerzos de nuestro Ajustador, sino que es la causante de muchas enfermedades y trastornos que deterioran nuestro cuerpo.
Les propongo que nos dejemos seducir de este “Gigante de Luz” que llevamos dentro, aceptemos gustosos esta asociación amorosa y el divino privilegio de compartir nuestra vida con Él. Tratemos de identificar su influencia en nuestra cotidianidad, abrámosle el corazón y nuestra alma y dispongámonos a trabajar hombro a hombro con Él para que las acciones, pensamientos y sentimientos de nuestra vida se conviertan en una verdadera obra de arte que irradie amor, verdad, belleza y bondad que agrade y glorifique a nuestro Padre Celestial y nos conduzca hacia El.
Si nos resistimos conscientemente a la guía de nuestro Ajustador, nos negamos el derecho a la supervivencia de nuestra alma inmortal evolutiva; somos nosotros los que perdemos si no colaboramos, pues el Ajustador por ser de naturaleza divina, jamás fracasa. Recordemos que “la supervivencia es un don de los Dioses que debe ser deseada por cada uno”.
Nuestro Ajustador es un director amoroso, guía certera, maestro paciente, el más celoso y cuidadoso guardián de nuestros valores espirituales. Es la energía más elevada y divina, el puente que desde nuestra orilla nos acerca a la Divinidad; es el “G.P.S.” que permanentemente nos indica el camino al Padre; es el compañero inseparable del hombre, es el don del Padre del Paraíso, el Dios siempre presente y que lo abarca todo, es la posibilidad del hombre para lograr la Eternidad; nosotros también somos la posibilidad para que Él logre la personalidad.
Para finalizar transcribo textualmente el siguiente mensaje que resume todo lo anteriormente expresado y que no hace mucho tiempo, un Ajustador autoactuante transmitió a su anfitrión humano y comenzaba con estas palabras: «Ahora, sin injuria ni peligro para el sujeto de mi devoción solícita y sin intento de desalentar ni castigar, para mí, registrad mi súplica». «Que me otorgue más fielmente su cooperación sincera, que tolere más alegremente las tareas de mi emplazamiento, que lleve a cabo más fielmente el programa de mi arreglo, que pase más pacientemente las pruebas de mi selección, que camine más persistente y alegremente por el camino de mi elección, que reciba más humildemente crédito para que se acumule como resultado de mis esfuerzos incesantes —trasmitid ésta mi súplica al hombre en quien resido. En él vierto la devoción suprema y el afecto de un espíritu divino. Y más, decid a mi sujeto amado que funcionaré con sabiduría y poder hasta el fin mismo, hasta que se acabe la última contienda terrestre; seré fiel a mi fideicomiso de personalidad. Y le exhorto a la supervivencia, para que no me desilusione, para que no me prive de la recompensa a mi lucha paciente e intensa. De la voluntad humana depende nuestro logro de la personalidad. De círculo en círculo he ascendido pacientemente a esta mente humana, y tengo testimonio de que el jefe de mi propia clase me otorga su aprobación. De círculo en círculo estoy prosiguiendo hacia el juicio. Aguardo con placer y sin aprehensión la llamada del destino; estoy preparado a someterme a todos los tribunales de los Ancianos de los Días».
Y para terminar les digo: La mente es tu buque, el Ajustador es tu piloto, la voluntad humana es el capitán. ¡Marineros, buen viaje buen viento y buena mar!
Presentado por María Consuelo Garavito Mejía – Bogotá
Agosto de 2011.