Cada vez que violamos una de las leyes de la Naturaleza, esa transgresión, como causa, produce, como efecto, la correspondiente retribución. Durante muchas existencias en épocas sin cuento, hemos actuado en distintos climas y lugares, y de cada vida hemos extraído una cierta cantidad de experiencia, acopiada y almacenada como fuerza vibratoria en los átomos simiente de nuestros diversos vehículos. Por consiguiente, todos y cada uno de nosotros somos constructores y edificamos el
templo del espíritu inmortal sin ruido de martillos; cada uno de nosotros es un Hiram Abiff, que se halla reuniendo material para el desarrollo del alma y arrojándolo en el horno de la experiencia de su vida, para allí manipularlo mediante el fuego de la pasión y del deseo.
Es muy fácil mostrarse complacido
cuando la vida pasa como un cántico;
pero aquel hombre que sonríe
cuando todo se obscurece y cambia
es verdaderamente digno y valiente.
MAX HEINDEL