La vida no es más que un día en el calendario circular eterno titulado con mi nombre.
La aurora, la mañana, el medio día, la tarde, el crepúsculo, la noche y un nuevo amanecer son las horas cambiantes en mi reloj de arena pasando por su amor inexorablemente.
Una experiencia se desvanece en la otra añadiendo un nuevo colorido y un nuevo sentido a mi vida.
Cada grano de arena añade una comprensión novedosa del por qué llegué a este planeta.
¿Cuáles son mis metas? ¿Cuáles son las cimas de mis logros más elevados? ¿Quiénes son aquellos que me conmueven inspirándome a transformar mis sueños en realidad? ¿Cuáles son mis maestros más preciados? ¿Quiénes viven sus ideales en cada paso?
La mejor manera de medir el valor de mi estancia terrenal es lo expansivo y profundo de mi capacidad de amar y dar amor.
Al final de la jornada mi Padre Creador me cuestionará; “¿Qué tan entregado fue tu esfuerzo para derramar el amor universal?
¿Tuviste un Corazón abierto y libre de prejuicios? Influiste con tu amor en sus vidas?”
Mi Padre Creador me recuerda en cada suspiro: “Yo y el amor, son un solo corazón y alma y la familia abarca a toda la humanidad…