LA SENDA DEL CORAZON
Por el Dr. Gerard Encausse - Papus
Conozco un hombre sencillo que nunca ha leído un libro y que, sin embargo, puede
resolver los más mañosos problemas de la ciencia mejor que muchos científicos famosos. Hay gente humilde sin calificaciones académicas ni experiencia médica para
quienes el cielo es tan accesible que los enfermos son sanados a petición suya
y los malvados sienten que sus corazones se consumen en
amorosa bondad con su contacto. Juana de Arco nunca había leído un tratado sobre estrategia ni visto un campo de
batalla pero derrota en su primer intento a los grandes estrategas de su tiempo. ¿Como pudo ser esto? Es muy sencillo: porque ella se sometió completamente a la Voluntad Divina y no
cuestión al Invisible como hubiese hecho un adepto del plano intelectual. Deberá uno entonces maravillarse con la embrollada forma en que los críticos miran
a estas criaturas animadas por la "viviente luz del Padre" y que son generalmente
conocidas como quietistas o místicos? Ellos (los adeptos del plano intelectual) no pueden comprenderlos porque tratan de
medir facultades universales con las limitadas capacidades de sus cerebros. Porque no puede entenderlo, el crítico insulta al místico y lo tiene en menosprecio,
mientras que el místico ora por su atormentador y continúa con su labor de amor. El sendero del desarrollo espiritual es sencillo y recto hacia delante: • "Vive siempre para los demás y nunca para ti"; • "Haz a los demás como quieres que se te haga en todas las cosas"; • "Nunca hables o pienses mal del ausente"; • "Haz lo difícil en lugar de hacer lo que deseas"; Estas son algunas de las fórmulas de la senda mística que conduce a la humildad y la oración. Existe una forma de purificación física muy querida por el corazón del adepto del
plano intelectual: es el vegetarianismo, que debilita la atracción de lo físico. Pero esta purificación no significa nada sin embargo, si al purgar el cuerpo de la
influencia animal, no purgamos el cuerpo astral del egoísmo y el influjo de la
vanidad, cien veces más dañinos que los impulsos nacidos de comer carne. Cuando un hombre piensa que sabe algo y se coloca a si mismo a la par de los
Dioses, trabajando para conseguir su salvación personal y se retira
en una torre de marfil para purificarse. ¿Por qué ha de dársele algo? Piensa que tiene lo que necesita y se considera a si mismo como una
persona pura y conocedora de todo.
Pero cuando un hombre es sencillo y sabedor de su debilidad, y conoce que su
voluntad carece de importancia si no se conforma con las acciones del Padre
Celestial, cuando no está preocupado con su pureza personal ni con sus necesidades
sino con el sufrimiento de los demás, entonces el cielo lo reconoce como uno
de sus "niños pequeños" y Cristo manda que sea conducido hacia El. Una madre que ha trabajado toda su vida por educar no solo a sus propios hijos
sino a los de gentes más pobres que ella es mayor delante del Eterno que el teólogo
pedante y el as llamado adepto tan orgulloso de su pureza. Esta es una verdad instintiva que impresiona a la gente sin necesidad alguna de
demostración porque es una verdad aplicable a todos los niveles. Por tanto que el estudiante aspire a la simplicidad en lugar de la pedantería y se
cuide de los hombres que se presenten como perfectos porque
"¡cuanto más alto más dura es la cada!" La Senda mística requiere as de una ayuda incesante en todas las etapas
de la evolución y la perfección. En el plano físico, ayuda de amigos y maestros que enseñan mediante el ejemplo; en el
plano astral, auxilio de los pensamientos de devoción y de caridad que iluminen el sendero y
permitan soportar las pruebas por medio de la paz del corazón; por último, en el plano
espiritual, asistencia de los Espíritus Guardianes fortalecidos por los sentimientos de
piedad hacia todos los pecadores y de indulgencia por todas las debilidades humanas as como
orar por todos los ciegos obstinados y por todos los enemigos. Es entonces, que toda la sombra terrenal desaparece lentamente, que el velo es levantado
por un momento y que el Divino sentimiento de saber que nuestras oraciones son
escuchadas llena el corazón de coraje y amor. Habiendo alcanzado ese punto el místico no puede entender la necesidad de las
llamadas sociedades eruditas, incluso de aquellas dedicadas al ocultismo, ni de libros
tan numerosos, necesarios para explicar cosas tan simples. Es muy cauteloso con las sociedades y los libros y se retira más y más en comunión
con el desamparado y el miserable. Actúa y no lee más, ora, perdona y ya no tiene más tiempo para juzgar y criticar. El intelectual, observando semejante hombre, se pregunta ante todo mediante que
libros ha alcanzado aquel estado, también a qué tradición pertenece y por último,
en que categoría ha de colocarse para... ¡juzgarlo mejor! Busca la "palabra mágica" que el místico usa para curar a voluntad las más malignas
enfermedades, por la forma de hipnotismo que le permite influenciar las mentes de
otros de tal manera, incluso a remota distancia, y por el propósito egoísta detrás de todo. Y como el intelectual no encuentra en los libros una respuesta a estas preguntas, y
como necesita una explicación para reconquistar su serenidad mental, se dice a s
mismo muy gravemente o al círculo de sus admiradores: "¡Posesión!" o un "¡místico!" o ¡"Simple Sugestión!”... y todo está dicho. El intelectual, de este modo se hace un poco más vano y el místico, un poco más humilde.
Y mientras que el estudio, la lectura y el tiempo son necesarios para progresar
en el plano intelectual, nada de esto es necesario para progresar en la senda mística. Puede ser recorrida casi hasta el final y en una hora de nuestro tiempo terrestre como
lo hizo Swedenborg en el primer da de su visión y como lo hizo Jacob Boehme, o
puede tomar 19 años incluso antes que su entrada sea descubierta como fue
el caso de Willermoz y muchos ocultistas. La razón es que la puerta hacia esta senda no es abierta por el buscador sino
por sus guías invisibles y por la fuerza de su ser espiritual. Por tanto, no hay nada más fácil ni nada más difícil que seguir esta senda. Está abierta a todos los hombres de buena voluntad y ningún otro hombre es digno de ella. La entrada es tan baja que solo los niños pequeños pueden entrar. Como aquellos que acuden a esta puerta son con frecuencia hombres altos y
orgullosos que piensan que está por debajo de su dignidad empequeñecerse,
la entrada permanece por mucho tiempo invisible para ellos.
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