El objeto de la Iniciación es producir la Iluminación del alma por medio de la Luz Interna.
Por lo tanto, antes de entrar a considerar los mejores medios de preparación para esa
empresa, es necesario explicar exactamente lo que se entiende por Iniciación, porque
hay muchos conceptos distintos acerca de la misma.
La palabra Iniciado, empleada en estas páginas, significa aquél en quien el YO superior, la
Individualidad, se ha entre fundido con la personalidad, y ha encarnado realmente en
el cuerpo físico. Un Iniciado es, por consiguiente, aquel cuyo Yo Superior nos mira a
través de sus ojos. La personalidad queda reducida a un juego de hábitos y costumbres,
un complejo de vida, que deja al Yo Superior libre para llevar a cabo su obra con el
mínimo de exigencias con respecto a su atención en el Plano Físico.
Esta Gran Iniciación se recibe siempre e invariablemente fuera del cuerpo. No hay ritual
que pueda conferirla, aunque el ritual se suela emplear en el Hemisferio Occidental para
adiestrar y coordinar la consciencia, como indispensable preparación para esta experiencia
trascendental. También se pasa por ella con plena consciencia, conservando la memoria
de la misma. Muy a menudo se nos pregunta si es posible estar iniciado sin saberlo. A
esta cuestión tenemos que contestar con un no rotundo. Además, sería absurdo pensar
en que pudiéramos recibir inconscientemente una extensión permanente de la consciencia.
Sin embargo, suele ocurrir que un Maestro haya aceptado como discípulo a alguna
persona, sin que ésta se dé cuenta de ello, debido al escaso desenvolvimiento de sus
facultades psíquicas, y entonces esta persona sólo se llega a dar cuenta de este
hecho cuando ha progresado hasta cierto punto.
En estos casos un psíquico podría informarle a dicha persona que ha sido aceptada como
discípulo de la Gran Fraternidad Blanca y que ya se encuentra por lo tanto en el Sendero
que lleva a la Iniciación, pero sería un error decirle que ya estuviese iniciada. El sello
del Maestro queda estampado en el aura del discípulo, cuando éste es aceptado, y
resplandece ante la visión clarividente como un disco de unas seis pulgadas de diámetro,
inmediatamente encima de la cabeza, siendo el disco del color del Rayo sobre el cual
esté trabajando el Maestro. Cuando el discípulo recibe algún trabajo que debe realizar
para su Maestro en el Mundo Material, la banda correspondiente de color en el aura
se enciende, mostrando así que el poder del Maestro está operando a través del discípulo.
Pero hasta que toda el aura no queda iluminada completamente, no puede decirse que un
ser humano sea un Iniciado. Esto se produce cuando brilla con su propia luz y no con la luz
prestada de su Maestro. Por lo tanto, la Iniciación puede definirse como la aurora de la
Luz Interna, o el advenimiento a manifestación en el Mundo Físico del Augoides o Cuerpo de Luz.
Puede considerarse que la Luna representa la personalidad, creciendo y decreciendo
a través de innumerables fases encarnatorias reflejando la Luz Solar o la Sombra Terrestre.
El Yo Superior, o sea el espíritu inmortal del ser humano, está bien simbolizado por
el Sol que perpetuamente brilla en los Cielos, veámoslo o no. Estos símbolos
recompensarán muy bien a quien medite sobre ellos.
El Yo Superior comienza a manifestarse en el cuerpo físico cuando tiene lugar la Iniciación
No tenemos más que considerar la gran diferencia que existe entre la Individualidad y la
personalidad, en el ser humano corriente, para darnos cuenta de la intensa preparación
que debe tener lugar antes de que esa manifestación sea posible. Además, no podemos
dejar de ver que si se intentara semejante manifestación antes de que la necesaria
preparación hubiera tenido lugar, el Yo Superior descendente encontraría una disparidad
tan grande entre él mismo y su vestidura mal ajustada, que no tardaría en desgarrarse
y quedar destruida. Esta ocurrencia se puede observar de vez en cuando
entre los Ocultistas y constituye uno de los problemas con que tienen que
luchar las distintas fraternidades.
Antes de que sea posible para el Yo Superior comenzar a manifestarse en
la consciencia cerebral, la personalidad tiene que sintonizarse con la Individualidad.
La Individualidad lleva su existencia en las esferas espirituales en la misma forma
que la personalidad la pasa en la esfera mundana. Las acciones de la Individualidad se
inspiran en el deseo de mantener su armonía con la Vida Divina del Cosmos, de donde
recibe su ser, mientras que las acciones de la personalidad se ven determinadas por su
deseo de mantener su armonía con el Mundo de la Materia, de dónde saca el cuerpo su
propio ser. Por consiguiente, es evidente que la personalidad tendrá que reorientar
completamente su posición antes de poder alinearse con su Yo Superior. Tenemos que
prepararnos para cambiar la base de todos nuestros motivos si queremos recibir la
Iniciación. Esto requiere una unidad de propósito que no retroceda ante sacrificio alguno:
"Vende todo lo que tengas y sígueme, dijo el Maestro. Y también: "Dejad que los muertos
entierren a sus muertos. Seguidme". Estos dichos parecen un poco duros, pero
la experiencia demuestra que son verdaderos.
No hay razón alguna para que alguien se ofrezca como candidato para la
Iniciación, porque todos pueden lograr la meta de la Unión Divina, por el sendero
espiritual de la Evolución; pero, por otra parte, no deben declarar que los antiguos
secretos se hayan perdido, porque no queriendo pagar su precio, no han
recibido la Gran Perla de valor inestimable.
Tanto la personalidad como las cosas de los sentidos tienen que ser sacrificadas para
que el Yo Superior pueda manifestarse: no puede haber cuestión alguna sobre este
punto. Todos los iniciados así lo declaran. Ante semejantes manifestaciones nos sentimos
inclinados a creer que, habiendo sacrificado la personalidad,
nos encontraremos despojados de todo.
Esta creencia se debe a que la mentalidad Occidental se adhiere a la idea de que la
muerte del cuerpo significa el fin de la existencia. Y de la misma manera creemos
subconscientemente que la muerte de la personalidad termina con el pleno goce y
plenitud de la vida. Olvidamos al pensar semejante cosa que el comerciante que vendió
todo lo que tenía lo hizo para comprar así la Gran Perla. Es verdad que vendió todo lo
que tenía, pero fue para invertirlo en algo de muchísimo más valor. El relato evangélico
implica que se llevó la Perla triunfante. Y así sucede con nosotros si hacemos el sacrificio
de las cosas de los sentidos que permitan la encarnación del Yo Superior en el cuerpo
físico. Hay un período de lucha conforme van rompiéndose los hilos que nos unían a los
deseos de los sentidos, pero tan pronto como se van limpiando las cosas apreciablemente,
comienza a despuntar la Luz Superior. No permanecemos mucho tiempo sin consuelo.
" ¿.No serán nuestras tinieblas, después de todo, la Sombra de Su Mano
que se extiende para acariciarnos ?" .
Mientras la consciencia se enfoca en la personalidad, no podemos ponernos en contacto
directo con las realidades, y sólo podemos ver sus reflejos en el Mundo de la Forma. La
llamada del Yo Superior sirve para levantarnos y desviar nuestra mirada del espejismo
de la consciencia de la forma, dirigiéndola directamente a la Realidad que es vida
y no forma. Esta vuelta en redondo es lo que constituye la tarea del alma cuando busca la Iniciación.
Conforme la personalidad va sometiéndose gradualmente al Yo Superior, la Luz Interna
comienza a resplandecer. Los casos en que la Iluminación se produce súbitamente son
muy raros y casi siempre ciegan e incapacitan a la persona, como le pasó a San
Pablo en el camino a Damasco. Por lo tanto sólo se permite en los casos de almas
muy avanzadas, que han sido preparadas y adiestradas hasta un grado muy elevado
en vidas anteriores y que han reencarnado con ese propósito, constituyendo sus
personalidades acordemente. Para el resto de los aspirantes a la Iniciación, la Luz
Interna comienza a despuntar muy suave y gradualmente, con muchos intervalos de
tinieblas que la obscurecen de vez en cuando, cuando los deseos sensoriales
surgen nuevamente, aun después de considerarlos completamente vencidos.
Habiendo alcanzado esta libertad de la esclavitud de los sentidos, se abren ante el
Iniciado dos caminos: puede seguir el Sendero Místico, que lleva directamente a la
liberación, o puede seguir el Sendero Oculto y retornar al mundo de los hombres
equipado con los poderes de la Mente Superior.