Pocas personas se preguntan ¿Cuál es el mecanismo que hace que yo me
identifique como tal y que, a la vez, me vea en el mundo sin pertenecer
a él? Lo que llamamos “percepción del mundo físico” no es otra cosa
que la información que recibe el cerebro por medio de los sentidos, pero
cuando nos identificamos como un Yo ante ello y lo razonamos, lo
hacemos por medio de la mente. Por lo general, solo percibimos siete
frecuencias de luz que se relacionan con los colores del arcoíris, esto es,
los terminales nerviosos de la retina reciben la frecuencia de luz
relacionada con el color del objeto percibido. De lo que vemos surge el
sentimiento, deseo o emoción y de éstos surge el pensamiento
basado en otras experiencias del pasado.
Así es que, nuestros conceptos, pensamientos conocimientos y análisis
están basados en lo que llega al cerebro y que es captado por la mente.
Razonando esto profundamente con la propia mente nos podemos dar
cuenta de que tales objetos o mundo físico no existen puesto que lo que
percibimos con la mente (que tampoco es física) son vibraciones de
diferentes frecuencias. Por tanto, lo que llega a nosotros como si
existiera real y verdaderamente fuera de nosotros, (en el mundo físico)
llega según las condiciones necesarias como son la luz y el color,
puesto que si no hay luz, no existe para nosotros el mundo físico;
de ahí que en esoterismo se diga que no hay que tenerle apego.
Cuando nos reconocemos como observadores del mundo físico por
medio del enfoque de la mente sobre el mismo, llegamos a comprender
que todo lo que está por debajo de nuestra mente (incluida ella misma
y el cuerpo físico) es no-yo; es energía condensada o manifestada gracias
a la combinación y vibración de las partículas atómicas y subatómicas.
Así es que, cuando decimos “Yo” pensando en el cuerpo físico estamos
hablando de una imagen en el cerebro percibida por la mente, que es
desde donde en realidad “vemos”. Pero unidas a esa imagen están las
sensaciones producidas por lo que ocurre en el mundo físico sobre
ese no-yo y que nosotros analizamos, observamos y guardamos como
experiencias. Ni las sensaciones ni el cuerpo físico con su cerebro pueden
pensar puesto que el cerebro es como un ordenador y no la mente;
como ésta tampoco es el verdadero observador y experimentador del mundo
físico. El cuerpo físico es el medio por el cual nosotros podemos percibir,
experimentar y evolucionar en el mundo físico, pero cuando el cuerpo
físico muere, los deseos, sentimientos y la mente siguen existiendo
junto al Yo, con la diferencia de que éste enfoca su mente en el mundo
de los muertos comúnmente llamado Purgatorio y Cielo o
Mundo de Deseos o Emocional.
Lo cierto es que si no tuviéramos sentidos no tendríamos conocimiento
de que existe un mundo físico, es más, si desde hace ya millones de
años no hubiéramos adquirido la autoconciencia que nos distingue de los
reinos que nos siguen en la evolución, no seríamos ni siquiera conscientes
de que somos un Yo que percibe el mundo gracias a los sentidos del cuerpo
físico. El cerebro, como receptor de los impulsos eléctricos que recibe de
los sentidos, nos permite identificar los objetos que nos rodean porque
desde que nacemos, comenzamos a conocerlos con determinado nombre,
sin embargo, para los sentidos no son nada más que vibraciones que
representan una imagen. De esta forma, llegamos a la conclusión de
que lo que percibimos en el cerebro es nuestra propia interpretación de
acuerdo a lo que tenemos guardado en la memoria desde que nacemos.
El hecho, pues, de ser un Yo observador y de ser conscientes del mundo
físico es lo que ha hecho que centremos la consciencia en todo lo que nos
rodea sin darnos cuenta que el mundo de nuestro verdadero Yo no es
éste. Este mundo es la manifestación necesaria de fuerzas y energías
invisibles para que nosotros podamos evolucionar desde la no-consciencia
a la consciencia actual, pero en un futuro, cuando no necesitemos
cuerpo físico y por tanto no tengamos sentidos, nuestra consciencia estará
en lo que hoy llamamos el mundo de los sueños, que es similar a donde
tienen la conciencia los animales pero esto será como un Yo y con la
experiencia y conciencia adquirida en la presente etapa.
La mente está recibiendo constantemente la información procedente
del cerebro y de los sentidos, parece como si el cerebro tuviera empeño
en que estemos en contacto permanente con el mundo físico, intenta
que creamos que todo es real y que está bajo control y para ello nos
envía incluso imágenes ficticias, tanto inconscientemente como por
medio de la imaginación; sin embargo, todo lo hace por la supervivencia
del ser humano. Lo cierto es que el mundo que nos hace ver la mente no
es real, como cualquier físico moderno sabe y puede afirmar. Vivimos
en un mundo construido por y en el cerebro gracias a la información que
le llega de los sentidos y que la mente capta gracias a éste, es más, la
materia que “vemos” son átomos en actividad de movimiento y vibración
según su naturaleza y combinación entre ellos. Todo lo que llega al
cerebro se cataloga como patrones de impulsos nervioso que cambian la
estructura cerebral día tras día según la información recibida; esto es
la memoria temporal que después se convierte en la memoria de la vida.
El cerebro no distingue entre lo que tiene guardado de otras impresiones
anteriores y la información que le llega y que actúa sobre él como
una tormenta eléctrica porque él no es la mente y, por tanto, no piensa.
Los deseos, sentimientos, pensamientos, etc., están conectados en la
red neuronal en forma de modelos o patrones y éstos van cambiando
según se agregan las nuevas experiencias, pero esto ocurre en el
cerebro y no en la memoria consciente o inconsciente puesto que de
las experiencias guardadas ahí tiene que extraer el Ego el beneficio
que le hará progresar renacimiento tras renacimiento. Los sentidos
nos cuentan cómo es el mundo externo y cómo son las personas, esto
a su vez, afecta y cambia las áreas del cerebro al relacionarse con la
información guardada, y es la repetición de deseos, sentimientos y
pensamientos los que se fortalecen, reintegran y conectan cada vez más
hasta formar un determinado carácter. El cerero compara lo que recibe
con lo que tiene guardado, elucubra, ordena, guarda y hace muchas
cosas para que tengamos una vida ordenada y lógica pero, en realidad
¿quién hace esto si es el pensamiento el que transforma el cerebro? Sí,
el pensamiento modela el cerebro pero no solo se queda ahí, porque
como todos sabemos, también modela la expresión y la fisonomía de
cada persona llegando a la conclusión de que expresamos y somos
lo que pensamos. ¿Quién utiliza el pensamiento y cómo afecta y altera
las áreas del cerebro? ¿Quién selecciona los pensamientos que con
su repetición terminará formando el carácter? Aquí es donde hay que
diferenciar las reacciones inconscientes y las respuestas automáticas de
la mente sin control ─el no-yo─ de las respuestas razonadas por
la voluntad del verdadero Yo que no es el cerebro ni tampoco la mente.
Cuando somos conscientes de estas verdades podemos gobernar nuestros
vehículos y llevarlos a la perfección en mucho menor tiempo que la
mayoría de las personas que no se esfuerzan ni se preocupan
por su desarrollo espiritual.

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