Comparte tus conocimientos, tus sueños,
tus pensamientos, tus sentimientos.
Si te los guardas, los estancas y enmohecen,
si los expresas germinan, suscitan nuevas emociones,
despiertan inquietudes, cobran movimiento,
crecen, estremecen.
Compartir no es restarte, compartir es multiplicar,
compartir es prolongar tu ser, es causar sensaciones,
es irradiar, dejar huellas que perduren
en la memoria y en los corazones de los demás.
Compartir es engarzar tu propio eslabón en una cadena
que propague una corriente de generosidad, esperanza,
gratitud, alegría, energía, aprecio, aceptación y perdón.
Compartir ayuda a recomponer los pedazos desintegrados
por la soledad, a cicatrizar las heridas de la desdicha,
a amortiguar los golpes del destino,
a tapar las grietas de la desconfianza,
a asentar los cimientos de la amistad.
Compartiendo ganas mucho más
de lo que puedas recibir a cambio,
porque el afán de tener algo que ofrecer,
te lleva a nutrirte tú mismo,
a elevarte, a enriquecerte.
Para poder compartir te esfuerzas en mejorar,
en aprender, en potenciar la imaginación,
en alertar tus sentidos, en cultivar tus valores,
en engrandecer tus virtudes,
en fortalecer tu espíritu, en emanar vitalidad.
El anhelo de compartir te esculpe con un martillo
y cincel guiados por la minuciosidad de la sensibilidad,
por la belleza de entregar, por la magia de emocionar.
Brinda tu sonrisa, ofrece una palabra amable,
siembra ilusiones, contagia entusiasmo,
provoca palpitaciones, reparte consuelo, inspira confianza,
derrocha ternura, transmite comprensión,
estimula comunicación, motiva complicidad.
Vive creciendo, vive compartiendo.
recuerda que dando es como reibimos
y amando es como somos amados
Yo valgo porque Dios me proveyó
de valores personales profundos.
No tengo que ganármelos.
El respeto a mí mismo se nutre
de esos valores, que conozco
y llevo dentro de mí.
Poseo esos valores, son míos,
debo de nutrirlos y cuidar de ellos,
ya que corro el peligro de que se deformen,
amenazados como están por una sociedad
orientada hacia el éxito material.
Si logro salvar las trampas que me tiende
ese éxito, si no me "adorno" de éxitos
de ese tipo a expensas de los demás,
conservaré el respeto de mí mismo.
Daré entonces más importancia a aquellos
actos que expresen mi valía -don maravilloso
que me ha sido dado-, proyectándola hacia los otros.
Esta es mi motivación primera,
lo que me impulsa a ser mejor lo que puedo.
Mi valía es mi mundo.
Me comprometo y cumplo mi palabra.
Esto, es más importante, es crucial.
A los demás les digo: "Valgo tanto como tú,
intercambiemos valores, yo te ofrezco lo mejor
de mí mismo, esperando que me correspondas
de la misma manera. Recuerda que lo interno
es lo más importante; aquellos que se interesan
sólo por lo externo están condenados
a llevar una vida muy superficial".