Yo valgo porque Dios me proveyó
de valores personales profundos.
No tengo que ganármelos.
El respeto a mí mismo se nutre
de esos valores, que conozco
y llevo dentro de mí.
Poseo esos valores, son míos,
debo de nutrirlos y cuidar de ellos,
ya que corro el peligro de que se deformen,
amenazados como están por una sociedad
orientada hacia el éxito material.
Si logro salvar las trampas que me tiende
ese éxito, si no me "adorno" de éxitos
de ese tipo a expensas de los demás,
conservaré el respeto de mí mismo.
Daré entonces más importancia a aquellos
actos que expresen mi valía -don maravilloso
que me ha sido dado-, proyectándola hacia los otros.
Esta es mi motivación primera,
lo que me impulsa a ser mejor lo que puedo.
Mi valía es mi mundo.
Me comprometo y cumplo mi palabra.
Esto, es más importante, es crucial.
A los demás les digo: "Valgo tanto como tú,
intercambiemos valores, yo te ofrezco lo mejor
de mí mismo, esperando que me correspondas
de la misma manera. Recuerda que lo interno
es lo más importante; aquellos que se interesan
sólo por lo externo están condenados
a llevar una vida muy superficial".