Hacer espacio para los demás -tener un corazón grande- tiene que ver con "dejarnos pacificar".
El espacio que tenemos para los demás es el que le damos a Dios en nuestro interior.
Lo que produce rechazo en los demás es nuestra falta de paz interior; nuestro espacio mal ocupado y desordenado.
La persona con miedos, con neuras, con arrebatos, hace que uno se aleje de ella. En cambio la persona pacificada, mansa, dueña de sí, atrae sin sofocar y pone bien las distancias, de modo que no haya fugas ni huidas.