Para sustentar y aumentar la calidad de mi vida, hay algo muy fácil de hacer... ¡y gratuito! Simplemente, interrumpo lo que estoy haciendo para respirar profundamente.
¿Necesito tomar una decisión importante, dar amoroso apoyo a un amigo o liberarme de las tensiones de la jornada? Me concentro en la presencia de Dios dentro de mí, aspiro hondo y exhalo. Así quedo en disposición de hacer lo que necesite hacer.
Cada vez que me siento cansado, me siento un momento, aspiro hondo y lleno mi cuerpo de energía vivificante. Una vez refrescado, continúo con lo mío. Cada aliento de vida no sólo me energiza; también me recuerda el constante cuidado y la atención de Dios.