Ya tenemos claro que la observación no es lo mismo que la auto-observación,
en la primera, la atención se enfoca en el exterior por medio de los sentidos
en la segunda, la atención se enfoca en lo interno sin necesidad de sentidos;
de ahí que sea más difícil. Para la ciencia y para la mayoría de las personas, lo
que percibimos del exterior es lo real, pero para los que comienzan a despertar
esta nueva conciencia, lo real es lo interno. Con lo observado en el mundo
externo adquirimos conocimiento y lo aplicamos sobre el mundo físico para
transformarle, y los que despiertan a este conocimiento aplican los
resultados de la auto-observación para transformarse a sí mismos. Por tanto,
por muchos conocimientos que tengamos del mundo físico de nada nos
servirá para cambiar lo interno, sólo el hecho de ser conscientes de lo que
hacemos en todo momento —la observación voluntaria y atenta de nosotros
mismos— nos facilitará el conocimiento necesario para transformarnos
internamente. La observación del mundo puede cambiar al mundo y la
observación de uno mismo cambia a la personalidad y la acerca al Ser interno,
al Alma. Pero no hay que olvidar que renacemos una y otra vez en este
mundo para experimentar, aprender y desarrollar la voluntad, la mente y los
poderes del Espíritu, por eso, queramos o no, para conseguir esto debemos
comenzar siempre por lo externo porque gracias a lo externo adquirimos el
conocimiento necesario —por ejemplo, este artículo— para después
comenzar el trabajo interno.
Con lo dicho hasta ahora sabemos distinguir la observación de la auto-observación
pero, profundizando un poco más y puestos a discernir, nos podemos dar cuenta de
que hay otra nueva división, esta es, la de los sentimientos y
pensamientos —cuerpo de deseos y mente— de la voluntad y de la conciencia
que representan al Yo superior o Alma. La mente, como creadora de pensamientos
y como razón, puede eliminar un deseo o transformar un sentimiento, luego
entonces tiene poder sobre el cuerpo de deseos; pero la mente es parte de la
personalidad como así lo demuestra cuando está todo el día pensando por su
cuenta e influenciada por muy diversos aspectos del mismo hombre y del
mundo físico. Por consiguiente, la segunda división debe ser hecha entre dichos
cuerpos de deseos y mente y el Yo superior, y es desde esta posición desde
donde debemos intentar auto-observarnos, es decir, desde más allá de la
mente donde se encuentra la voluntad —imprescindible para todo progreso— y
la conciencia o voz del Alma que nos guía y aconseja. Solo separándonos de
nuestros cuerpos y observándolos atentamente podremos aprender verdadera
y rápidamente del mundo físico y observar qué necesidades espirituales
debemos alcanzar y cuáles defectos debemos desechar. Esto es fácil de
comprender, veamos unos ejemplos:
1º.- Si a mí me afecta lo que escucho o lo que veo es porque me he
involucrado en ello o lo he hecho mío interiorizándolo. Pero si yo lo percibo,
si utilizo mi mente para razonarlo y ver que no tiene nada que ver conmigo,
y lo dejo pasar de largo o simplemente no le presto ni la
más mínima atención, no me afectará.
2º...- Si observo que mi mente está pensando en algo que la preocupa,
que desea o en cualquier problema o interferencia que tenga y me uno
a ello, estaré dominado por la mente y el problema me absorberá, pero
si la observo voluntaria y conscientemente, entonces dejará
de pensar y estará bajo mi control.
Preguntémonos ¿Soy mis deseos y emociones? ¿Soy yo esa mente que
está todo el día pensando sin control y de un lado para otro? ¿Soy la
persona que se enfada fácilmente, que tiene resentimientos o que planea
cómo hacer mal a otros? Si la respuesta es que no, estamos despertando
a la conciencia del Yo superior, y si es sí es que todavía estamos muy
identificados con la personalidad. Si nos involucramos en las cosas y
asuntos del mundo externo de manera inconsciente estamos perdiendo
el tiempo. Nosotros tenemos que vivir en lo interno, aun para afrontar los
problemas, decisiones, oportunidades, etc. Pero que vivamos en lo
interno no significa que no podamos estar por encima de todo eso por
el simple hecho de silenciar la mente voluntariamente y utilizarla de
una forma consciente sólo cuando sea necesario. En el mundo interno
podemos sufrir si nos dejamos arrastrar por los aspectos personales y no
sufrir lo más mínimo controlando la mente para que no piense y para
que no se deje dominar por los deseos, sentimientos, pasiones, vicios,
problemas, etc. nosotros nos dedicamos a guardar en la memoria y en
el inconsciente todo lo que pasa a nuestro alrededor y todas nuestras
actitudes ¿Y esto por qué? Pues porque no hay selección consciente.
Los hechos externos son una clase de experiencia que podríamos
llamar informativa y esos mismos hechos se convierten en sentimientos,
deseos, emociones, pensamientos… en lo interno, y éstos son más reales
pero si, inconscientemente, nos dejamos influenciar por ellos, la grabación
que hagamos de la experiencia de poco nos servirá.
Es dentro de cada uno donde caemos una y otra vez en tentaciones, vicios
y problemas, pero también es dentro de nosotros donde debemos imponer
nuestra voluntad para callar la mente y para utilizarla con discernimiento
y así extraer el mayor razonamiento y rendimiento de las experiencias. Es
en el interior donde la mente, manipulada por cientos de pensamientos
hace que nos preocupemos por hechos absurdos y que perdamos la vida
en experimentar cosas que más que ayudar nos perjudican mucho más de
lo que creemos. Solo conoceremos el verdadero mundo interno, el mundo
del Alma donde se es libre y se encuentra la paz del Espíritu, si nos
observamos atenta y conscientemente a nosotros mismos para así
abrir nuestra consciencia al verdadero Yo.