Para que nuestro yo pueda estar al servicio de nuestros semejantes, es indispensable primero el conocer la forma como actúa. En psicología, el yo o ego en latín, se define como la unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su propia identidad y de su relación con el medio. Cuando el ser humano nace, no tiene conciencia de sí mismo, el yo se va formando en la medida que se desarrolla y recibe la influencia genética y del medio ambiente. El yo no es la personalidad, es sólo una parte de ella, que actua entre las exigencias de la realidad, la conciencia y las necesidades instintivas.
Desde el punto de vista urantiano, podríamos decir que el verdadero yo nace en el momento que tomamos conciencia de nuestra humanidad y de nuestros actos, lo cual ourre cuando el Espíritu residente nos es asignado. "Los Ajustadores llegan a sus sujetos humanos en Urantia, término medio, justo antes del sexto cumpleaños del ser humano, pero ellos no puede invadir arbitrariamente el intelecto mortal antes de la aparición de la decisión moral. 1186" y es " debido a este fragmento de Dios que reside en ti que puedes esperar, según progresas en armonía con la dirección espiritual del Ajustador, discernir más plenamente la presencia y el poder transformador de esas otras influencias espirituales que te rodean y sobrecogen, pero que no funcionan como parte integrante de ti. El hecho de que no tienes intelectualmente conciencia de un contacto estrecho e íntimo con el Espíritu residente no refuta en lo más mínimo tan elevada experiencia. La prueba de la fraternidad con el Ajustador divino consiste totalmente en la naturaleza y grado de los frutos del espíritu que rinden en la experiencia vital del creyente. «Por sus frutos los conoceréis.65"
Pero para que una planta pueda dar frutos abundantes, es preciso conocerla para saber cuales son los cuidados que necesita en forma específica. Exactamente lo mismo ocurre con nosotros, de allí que el famoso "Conócete a ti mismo" sigue tan vigente como en los tiempos de Sócrates, porque sólo en la medida que logramos penetrar en lo profundo de nosotros mismos, podremos corregir nuestros defectos y utilizar y perfeccionar nuestras buenas actitudes innatas y nuestras ansias de perfección. Esta tarea no es fácil, porque los seres humanos somos campeones en camuflarnos y autoengañarnos, creyéndonos mejores de lo que en verdad somos y por lo mismo es tán fácil que cualquiera hiera nuestra autoestima, porque en verdad a pesar de los autoengaños, en el fondo sabemos que muchas veces no somos lo que aparentamos. Pero de la misma manera que no es bueno el autoengaño, tampoco lo es la autocrítica extrema, pues ella es indicadora de que no nos queremos a nosotros mismos, entonces ¿cómo podremos querer a los demás?
Debemos tener presente, que la perfección "es nuestra meta eterna, no nuestro origen"846" por tanto debemos tenernos paciencia y seguir caminando por el sendero espiritual sin desanimarnos y aprendiendo de nuestras caídas. Jesús nos enseñó como tratar a nuestros hermanos, pero para poder hacerlo primero tenemos que hacer lo mismo con nosotros, no dejando que las caídas nos aparten del Camino.
Que el conocimiento de nosotros mismos, sea lleno de sinceridad y fe en el amor insuperable de nuestro Padre, contemos siempre con su comprensión y su amor, porque Jesús nos dijo: "«No os preocupéis si no conseguís captar el pleno significado del evangelio. Vosotros no sois sino finitos, hombres mortales, y lo que yo os he enseñado es infinito, divino y eterno. Sed pacientes y valerosos porque ante vosotros se abren las eras eternas en las que continuaréis vuestro logro progresivo de la experiencia de volveros perfectos, así como vuestro Padre en el Paraíso es perfecto.1961" Lo cual es absolutamente posible porque nuestro Espíritu residente está siempre pronto a ayudarnos para que Así Sea y de esta manera nuestro yo, pueda estar unificado al servicio de la humanidad.
yolanda silva solano
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