Nuestra meta no es pasarla bien en este mundo, gozar de todo sin restricciones, ganar dinero incluso con lo ilícito, sino que nuestro destino es el Paraíso, y tenemos que saber utilizar esta vida terrena para ganar el Cielo, no para perderlo.
Porque en el mundo de hoy se ha instalado el materialismo, error diabólico que nos hace poner la mirada en la tierra, en el cuerpo y en las cosas de este mundo, y nos hace olvidar de que el Paraíso nunca podrá estar en la tierra.
Pero no es que esté mal tratar de vivir bien esta vida, sino que hay que poner la mirada en el Cielo y trabajar por el Reino de Dios, y automáticamente también tendremos la añadidura, es decir los bienes materiales y las cosas necesarias para pasar bien la existencia en este mundo, y ser todo lo felices que se puede ser en la tierra, que es lugar de tránsito solamente.
En cambio, los que se olvidan del Cielo y ponen toda su esperanza en el más acá, no sólo pierden el Cielo, sino que al sobrevenir una crisis económica o desgracias que les roban sus bienes y sus cosas, se desesperan y algunos hasta se suicidan.
Pongamos, entonces, cada cosa en su lugar, y abramos los ojos para no ser engañados por el Maligno, que nos cambia unas cuentas de vidrio por nuestros tesoros de oro y diamantes, es decir, nos roba la gracia y nos da en cambio bienes que no son más que barro.