“El orgullo está expuesto a caer”, dice un antiguo proverbio, y muy
exacto, el cual puede indicarse a todos y a cada uno para que lo apliquen a su
propio caso. Cristo tomó parte en las Bodas de Canaán. El matrimonio es una
institución cristiana y debe existir hasta que sea abolido y en el reino venidero,
en el que el cuerpo no se gastará y, por lo tanto, no habrá necesidad del matrimonio
para generar otros nuevos seres.
Por otra parte, debe ser considerado que el sacerdote que efectúa el enlace
no puede realmente unir a las gentes; por lo tanto, la presencia de la armonía
básica para el matrimonio de verdad debe ser determinada antes
de la ceremonia del enlace.
Como hemos dicho anteriormente, Marte, Venus y Urano marcan tres estados
en el desarrollo emocional del hombre. Durante el estado en el que sólo se
dejaba influir por Marte, la pasión animal reinó suprema y el hombre buscó
la gratificación y la satisfacción sin restricción alguna de todos sus deseos
inferiores en las relaciones con sus prójimos, pero especialmente con el sexo
opuesto; durante el estado en el que se hizo sensible a los rayos de Venus,
el amor suavizó la brutalidad de sus deseos y la pasión animal quedó mantenida
en jaque en algún grado; todavía se halla bajo las fases superiores de este
planeta y está dispuesto a sacrificarse a sí mismo y a sus deseos por
el beneficio y por las comodidades de sus seres queridos.
Cuando se ha desarrollado hasta el punto en que puede sentir los rayos de
Urano, la pasión de Marte gradualmente se torna en compasión; entonces
el amor de Venus, que únicamente se refiere a una persona determinada,
pasa a incluir todo, así que abarca a toda la humanidad sin tener en cuenta
el sexo ni ninguna distinción, porque es el amor divino del alma por
el alma, el cual está sobre todas las consideraciones materiales
de cualquier naturaleza que sean.
La facultad de la intuición alcanzada mediante la pasión inferior de Marte
a través del estado de amor de Venus y el rayo de compasión de Urano,
depende de la capacidad de la persona dada para sentirlo muy intensamente.
Por el amor y la devoción el corazón se afina con todos los demás corazones
del universo, y de este modo conoce y siente todo lo que puede ser conocido
y sentido por otro corazón humano en el universo compartiendo así la divina
omnisciencia que une a nuestro Padre en el Cielo con sus hijos, y mediante
el toque directo de corazón a corazón con tal omnisciencia, la persona obtiene
la contestación de cualquier problema que se le pueda presentar.
Los hombres más nobles de todos los tiempos, los santos cristianos de la
espiritualidad más trascendental, han alcanzado este maravilloso desarrollo
mediante los rayos espirituales de este planeta debido a su intenso sentimiento
de la unidad con lo divino y con todo lo que vive y respira en el universo.
Como hemos dicho en el “Concepto Rosacruz del Cosmos” el hombre está
destinado a pasar desde este período terrestre al período de Júpiter y, por lo
tanto, los rayos de Júpiter denotan aquel elevado estado del altruismo que
entonces será un factor prominente en nuestras relaciones de los unos para
con los otros, y debe comprenderse terminantemente el que antes de que
nosotros podamos responder a los rayos de Júpiter, debemos cultivar en
cierta medida el altruismo y vencer el egoísmo que nos viene por medio
del poder razonador de Mercurio.
Hemos aprendido a dominar algunas de las fases de Marte y de la Luna, así
como podemos hacerlo con algunas de las fases inferiores de Mercurio
y de Venus, y cuanto más vayamos dominando todas estas fases mejor
responderemos nosotros a las fuerzas vibratorias más elevadas que
emanan de este planeta; y ciertamente, si nosotros nos esforzamos
activamente, algún día conseguiremos y llegaremos a ser capaces de superar
hasta el estado más elevado del amor de Venus, que siempre se adhiere
a un objeto poseído por nosotros.
Nosotros amamos a nuestros hijos debido a que son nuestros; amamos a
nuestras esposas o esposos por la razón de que nos pertenecen; nosotros
estamos orgullosos, con un orgullo de Venus, de sus características morales,
u orgullosos por el lado Mercurio, por sus méritos y progresos. Pero Cristo
sentó un modelo mucho más elevado: “A menos que un hombre deje a
su padre y a su madre, no puede ser mi discípulo.” La idea de que
nosotros debemos olvidar a nuestros padres y madres o que debemos
odiarlos con objeto de seguir a Cristo, estaba muy lejos de la mente de
Él, como es natural; pero el padre y la madre son sólo cuerpos; el alma
que mora en el cuerpo de nuestros padres o de nuestras madres es lo
que debemos amar, no simplemente el manto físico.
Nuestro amor debe ser lo mismo tanto para una persona joven como vieja, fea
o bella. Debemos buscar la belleza del alma, por la relación universal de todas
las almas, sin importarnos mucho las relaciones de los cuerpos”. ¿Quién es
mi madre y mis hermanos?,” dijo Cristo, y señaló hacia sus discípulos,
aquellos que estaban con Él en su gran trabajo de corazón. Estos discípulos
estaban más estrechamente unidos a Él de lo que pudiera estarlo cualquier
humano debido a sus meras relaciones físicas. Esta actitud constituye un
paso hacia adelante con respecto al amor de Venus que únicamente tiene
en cuenta el manto físico de los seres queridos y no tiene en consideración
alguna el alma que está en el interior. El rayo de Júpiter, por otra parte,
siente interés solamente por el alma, sin importársele el
cuerpo que aquella alma lleva.
De aquel amor fraternal de que habló Cristo, como el coronamiento del
cumplimiento de todos los mandamientos.
Todos somos Cristo en formación; la naturaleza de amor se está
desenvolviendo en todos nosotros.
Es un hecho de la mayor significancia el de que hasta la época de Cristo la
ley exigía ojo por ojo y diente por diente; pero antes de empezar a predicar
el evangelio del amor al prójimo y el perdón de nuestros enemigos, Él pasó
a través de las Aguas del Bautismo, y allí recibió al Espíritu Universal, el cual
suplantará al egoísmo que hoy impera.
Así Él quedó henchido de amor, y por esto mismo naturalmente irradiaba
aquella cualidad, tan naturalmente como una estufa cargada de carbón
encendido irradia calor. Por mucho que prediquemos a la estufa recordándola
que su deber es el de calentar, si no la llenamos de carbón permanecerá fría.
De igual modo podemos predicar a la humanidad que debemos ser hermanos
y amarnos los unos a los otros, pero hasta tanto que nos pongamos afines
con el infinito, no podremos amar al prójimo, al igual que la estufa vacía no
da calor. Como Pablo dice: “Aunque hable con las lenguas de los hombres
y de los Ángeles y no tengo amor, me convierto en un bronce
que suena o en un címbalo.”
Si podemos inculcar un espíritu de compasión, el deseo de la carne se
desvanecerá muy pronto ante el espíritu del amor.
Hemos de aprender la lección del trabajo para un fin común, sin que
nos guíen; cada uno guiado por igual por el Espíritu del Amor interno, debe
esforzarse para la elevación física, moral y espiritual del mundo a la altura
de Cristo – “el Señor y la luz del mundo.
Del amor bajo la influencia de Venus al Altruismo de Urano.
En el capitulo decimotercero de la primera epístola de San Pablo a los
corintios, encontramos una alabanza del “amor.” La palabra empleada por
la versión autorizada es “caridad,” pero debiera ser interpretada como amor
y dice: “El amor sufre largo tiempo y es bondadoso; el amor no se vanagloria
ni se encumbra; cree todas las cosas y sufre todas las cosas… y si hubiera
profecías no se manifestarán, y si hubiera conocimiento se desvanecerá”.
San Pablo termina diciendo que con el tiempo la fe y la esperanza
dejarán de ser debido a que nosotros conoceremos todas las cosas en las
cuales tenemos puesta ahora nuestra fe y todas nuestras esperanzas
se realizarán; pero el amor, sostiene San Pablo, permanecerá para siempre.
La nota clave de Venus es “amor,” “armonía” y “ritmo” y si nosotros
deseamos conocer su naturaleza podemos leer con provecho
aquel capítulo substituyendo “Venus” por “amor” y diciendo:
“Venus no se jacta ni se encumbra, no busca su conveniencia, no se goza en
la iniquidad sino en la verdad, aguanta todas las cosas, cree en
todas las cosas y todas las soporta.”
Todas estas sentencias son verdaderamente ciertas cuando se aplican a
Venus, porque este planeta es el lazo que une a todos los miembros de
la familia humana en cualquier clase de relaciones en que se manifieste.
Es el rayo del amor de Venus que hiere profundamente el corazón de la
madre donde nace el fuerte cariño con el cual nutre a sus hijos durante
toda su infancia desvalida. Venus lanza la llamada del amor que atrae al
mozo y a la doncella, da y toma, suavizando todas las dificultades en las
relaciones conyugales. Venus siempre está quemando incienso sobre
el altar de sus afecciones y en su jardín amoroso crecen todas las flores
que perfuman aún a las almas más sórdidas con su aroma celestial y
las elevan mientras dura su infidencia a la categoría de los dioses.
El rayo de amor de Venus va hacia el amado y hacia las relaciones sanguíneas,
pero por un buen aspecto hacia Urano se eleva más allá del plano del amor
sexual a proporciones cósmicas; hacia el amor aquel que Cristo sintió cuando
mirando hacia Jerusalén dijo que, al igual que una gallina cobija su cría bajo
sus alas, así a Él le hubiera gustado cobijarles a todos bajo su manto. Las
personas que tienen este amor de Urano se convierten en consecuencia
en constructores de la sociedad y se les ve asociados a todos aquellos
movimientos que elevan a la misma. Un aspecto adverso de Urano y Venus.
Amor es una palabra de la que se ha abusado mucho y la emoción llamada
de este modo está a menudo teñida de un deseo que es una pasión
marciana antes bien que un amor venusiano. Coalición, la nota clave de
Venus, sugiere una unión mucho más íntima, una combinación, y mezcla
de las almas de dos o más personas que componen la familia. Pero
Altruismo, la nota clave de Urano, indica aquel amor que todo lo abraza y
comprende como sintió nuestro Salvador.
Así, pues, Urano es la octava de Venus y cualquiera preparado para
penetrar en el sendero de la vida superior que conduce a la iniciación,
debe gradualmente aprender a sobrepasar el amor de Venus, que hace a
las familias unas, y empezar a cultivar el altruismo de Urano que todo lo
abarca. Esta meta es elevada y aquellos que anhelan llegar tan alto, a
menudo caen muy bajo. Cuando nosotros ensayamos trascender el amor
de Venus y cultivar el altruismo de Urano, estamos en tan gran peligro y
las vidas más prometedoras se ven alguna vez arruinadas por la teoría
perniciosa de las almas gemelas, la cual conduce a negocios de amor
clandestinos y a la perversión de la función creadora.
Pero recuérdese esto:
El altruismo no requiere la recompensa del amor que tiene sobre los demás;
ni tiene absolutamente ninguna relación con el sexo; tampoco disminuirá
el amor hacia nuestras familias, sino que estando lo más cerca de nosotros
sentirán el aumento de nuestro amor a un grado mucho más elevado
que el que se tenga hacia aquellos más alejados. Y a menos que nuestro
amor dé tales frutos no será de calidad de Urano y no nos hará
progresar en el sendero del desarrollo.
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