La gracia de Dios es tanto una fuerza amorosa como una actividad tierna en mi vida. Es un regalo por el cual doy gracias cada día.
Aprecio la gracia de Dios al compartir con mis seres queridos y al reconocer la belleza de la naturaleza. La percibo también internamente, como sabiduría y comprensión espirituales, como amor y como unidad —con Dios y con todo a mí alrededor.
Momento a momento, tomo más conciencia de tal actividad divina y de sus muchos medios de expresión. Siento agradecimiento porque sé que Dios obra en mi vida en todo momento. Su bondad me bendice y satisface cada una de mis necesidades. Como una brisa refrescante en un bello día, la gracia de Dios me inspira y me acompaña.
Yo estoy contigo, te guardaré dondequiera que vayas.