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EL VISLUMBRAR DE LA ERA DE ACUARIO
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VARIOS AUTORES: TRATADO DE LOS NINFOS, SILFOS, PIGMEOS,SALAMANDRAS Y OTROS SERES...PARACELSO
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 03/04/2012 17:21

 

Secret Garden - Spirits of Nature 

TRATADO DE LOS NINFOS, SILFOS, PIGMEOS,

 SALAMANDRAS Y OTROS SERES

PARACELSO

Me propongo hablaros de las cuatro especies de seres de naturaleza espiritual, es decir, de

las ninfas (o ninfos), gnomos (pigmeos o duendes), silfos y salamandras: a estas cuatro

especies, en verdad, habría que añadir los gigantes y otros muchos. Estos seres, aunque

tienen apariencia humana no descienden de Adán y tienen un origen completamente

diferente de los hombres y de los animales. Se unen, por tanto, al hombre y de esta unión

nacen individuos de la raza humana, yo diré la causa inmediatamente.

He aquí cómo he dividido este libro: en el primer tratado estudiaré la generación y naturaleza

de estos seres; en el segundo, su medio y régimen; en el tercero, aquellos de dichos seres

que se nos aparecen y mezclan a nosotros; en el cuarto, los milagros de que son capaces: en

el quinto, la generación, origen y fin de los gigantes.

Aunque nada se opone a que me inspire en libros escritos por otros, yo no lo haré, por la

excelente razón de que los filósofos nada han dicho de estos seres y no han proporcionado

sobre los mismos ningún dato, a causa de que no creen más que en lo que ven. Apenas han

dicho algunas palabras sobre los gigantes. Pero está plenamente permitido el tratar de este

tema, puesto que en el Antiguo y el Nuevo Testamento se describen determinadas maravillas

que Dios opone a la razón. Y si no está prohibido el admitir la existencia de los diablos y los

espíritus, tampoco está prohibido el estudiar su

naturaleza. Examinemos, por tanto, todas las creaciones de Dios y reconozcamos que hay

aquí abajo cosas verdaderamente inexplicables.

Para creer en una cosa, es suficiente el conocer su finalidad. El lector podrá encontrar mi libro

inútil y vano, en tanto no haya llegado al tratado VI, en el que expongo con toda claridad la

finalidad de estos seres; una vez que haya leído este tratado, me felicitará por haber

estudiado el primero tal tema y releerá con atención. mi libro. El que mira ve.

TRATADO I

Lo que son el espíritu y el alma.

Hay dos especies de naturaleza: la de Adán y la que no le pertenece. La primera es palpable,

objetivable, por estar formada de tierra. La segunda no es ni palpable ni visible, porque es

sutil, porque no está formada de tierra. La naturaleza de Adán es compuesta; el hombre —

que es de esta naturaleza— no puede pasar a través de los muros si en ellos no existe una

abertura. Para los seres de la otra naturaleza los muros no existen, penetran a través de los

obstáculos más densos sin tener necesidad de deteriorarlos. Por último, existe una tercera

naturaleza que participa de las dos.

A la primera naturaleza pertenece el hombre, que está formado de sangre, carne, huesos,

que se reproduce, bebe, evacua, habla; a la segunda pertenecen los espíritus, que no pueden

hacer nada de esto. A la tercera pertenecen los seres que son ligeros, como los espíritus, y

que engendran como el hombre, poseen su aspecto y su régimen.

Esta última naturaleza participa a la vez de la del hombre y de la del espíritu, sin llegar a

constituir ni una ni otra de dichas naturalezas. Efectivamente, los seres que pertenecen a esta

categoría no podrían ser clasificados entre los hombres, puesto que vuelan de la misma

forma que lo hacen los espíritus; no podrían tampoco clasificarse entre los espíritus, puesto

que evacuan, beben, tienen carne y huesos, de la misma forma que los hombres. El hombre

tiene un alma, el espíritu no la necesita; las criaturas en cuestión no tienen alma y, por lo

tanto, no son semejantes a los espíritus; estos últimos no mueren nunca, pero aquellos sí

mueren. ¿Estas criaturas que mueren y tienen alma, son acaso animales? No son animales,

efectivamente, hablan y nada de cuanto hacen pueden

realizarlo los animales. En consecuencia, se parecen más a los hombres que a los animales.

Pero se asemejan a los hombres sin llegar a ser seres humanos, de forma parecida a como

un mono se parece por sus gestos y su industria, y el cerdo por su anatomía, sin dejar por ello

de ser un mono o un cerdo. Se puede decir también que son superiores a los hombres por ser

impalpables como los espíritus; pero, conviene añadir que el Cristo, habiendo nacido y muerto

para rescatar a los seres dotados de alma y que descienden de Adán, no ha rescatado a

estas criaturas, que no poseen alma y no descienden de Adán.

Nadie puede asombrarse o dudar de su existencia. Es preciso solamente sentir admiración

por la inmensa variedad que ha dado Dios a sus obras. Es verdad que no se ve todos los días

a estos seres, no siendo posible verlos más que muy raramente. Yo mismo no los he visto si

no era en una especie de ensueño. Pero no se puede sondar la profunda sabiduría de Dios,

ni apreciar sus tesoros, ni conocer todas sus maravillas. Los que guardan estos tesoros y nos

los descubren de cuando en cuando no pertenecen a la naturaleza de Adán, esto lo volveré a

decir en mi último tratado.

Estas criaturas se reproducen dando a luz seres que se les parecen y no se asemejan a

nosotros. Son seres prudentes, ricos, sabios, humildes, a veces maniáticos, como nosotros.

Son la imagen grosera del hombre, como éste es la imagen grosera de Dios. Continúan

siendo tal como fueron concebidos por Dios, que no quiere que sus criaturas puedan elevarse

a un rango superior o proseguir otro objetivo que el que les es propio y les prohíbe obtener un

alma y prohíbe, igualmente, que el hombre trate de igualárseLe.

Estos seres no temen ni al fuego, ni al agua. Están sometidos, sin embargo, a las

enfermedades y las indisposiciones humanas. Mueren como seres salvajes y su carne se

pudre como la carne animal. Virtuosos o viciosos, puros o impuros, mejores o peores, como

los hombres, tienen sus costumbres, sus gestos, su lenguaje, como ellos difieren en su

aspecto externo y viven bajo una ley común, trabajando con sus manos, tejiendo sus propios

vestidos, gobernándose con sabiduría y justicia, dando pruebas en todo momento de razón.

Para ser hombres sólo les falta el alma y no pueden ni servir a Dios ni seguir sus

mandamientos; el instinto solamente les impulsa a conducirse honestamente.

Así, de la misma forma que entre las criaturas terrestres el hombre es la que se aproxima

más a Dios, entre los animales son nuestros seres lo que están más cerca del hombre.

 

 




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