EL LUNES SANTO
El lunes de Pascua, el Maestro se apareció, de nuevo, a Sus discípulos más
avanzados, junto al Lago Tiberíades. Estaban en el grupo Pedro, Santiago, Juan,
Natanael y Felipe. Pedro, al que se refiere este incidente, anunció su intención de
pescar. Sus compañeros estuvieron de acuerdo y, subiendo a la barca, se hicieron a la
mar. En toda la noche no pescaron nada. Al amanecer, vieron a Jesús, de pie, en la
orilla. Dirigiéndose a ellos, les dijo: "Echad vuestra red a la derecha de la barca y
pescaréis". Así lo hicieron y la pesca fue abundante. Cuando Pedro supo por Juan
que era el Maestro quien estaba entre ellos, se arrojó al mar para ir a su encuentro y
llevó luego la red, repleta de peces, a tierra.
Este incidente se recuerda en el capítulo veinte del Evangelio de San Juan, el
más esotérico de todos los Evangelios, escrito por el más próximo y amado discípulo
del Maestro. La experiencia en él descrita es toda espiritual y tuvo lugar en los
planos internos. El mar simboliza el plano etérico y la barca, el cuerpo-alma, en el
que el hombre funciona en dicho plano. El pez es el símbolo de los Misterios Ocultos
o verdad esotérica. El número de peces capturados, 153, da el valor numerológico
nueve, el número de la evolución del hombre, e indica que la Humanidad entera será
salvada cuando el Cristo Cósmico sea universalmente reconocido como Salvador del
Mundo.
Pedro estaba entonces recibiendo instrucciones para alcanzar el Tercer Grado
o Grado del Maestro. A él y a los que con él se encontraban, les estaba enseñando el
Maestro "cómo arrojar la red al lado derecho de la barca" o, en otras palabras, cómo
sintonizarse con las corrientes de la derecha o positivas de la Tierra. Estas corrientes
están bajo control de Mercurio, dios de la Sabiduría, regente de las emociones.
Entonces, nuevos discípulos quedaron investidos con los poderes del Grado
del Maestro, que los capacitaron, en palabras del Evangelio de San Marcos, para
arrojar demonios "en Mi nombre". Y hablarán nuevas lenguas, cogerán serpientes y,
si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y
quedarán sanos (Marcos 16:18-19).
Desde el primer gran derramamiento de Fuego en Pentecostés, la Humanidad
ha derivado, invariablemente, hacia el mundo del materialismo, en el que los poderes
del espíritu se han hecho cada vez menos aparentes. Pero, desde su largo "entierro",
están abocados a experimentar una resurrección universal en el Nuevo Día que ya
está amaneciendo. Otro tiempo de "milagros" está ya a la vista; un segundo
Pentecostés se acerca. De la urna de Acuario está siendo derramado sobre toda la
Tierra un nuevo fuego del cielo, destinado a despertar a la Humanidad a nuevas
realizaciones espirituales, y a crear las circunstancias que harán posible el retorno del
Espíritu de Cristo, para completar la conciencia de los hombres, igual que se
manifestó a Sus allegados durante los días de Su primera venida.
La Resurrección de Cristo no es sólo un acontecimiento histórico para mera
celebración eclesiástica. Es un festival cósmico recurrente. Es un incremento anual,
tanto físico como espiritual, de vida, para la experiencia presente y para el desarrollo
futuro del hombre. Sólo cuando esa experiencia haya sido asimilada interiormente,
podrá el hombre comprender el trascendental significado de los sagrados Misterios
de Pascua.