Recientemente descubrí un estudio interesante (en inglés) que explica una de las causas principales
por las cuales los seres humanos permanecemos en la oscuridad. En resumen, confirma
que el cerebro humano tiene problemas para calcular las consecuencias que no son inmediatas.
"Compre ahora, pague más tarde" puede ser un concepto difícil de entender para nuestro
cerebro. Esto dificulta todavía más nuestra tarea de realizar lo que estamos tratando de
hacer para nosotros mismos y para el mundo: enseñar la ley de causa y efecto, que cada
acción tiene una reacción equivalente y opuesta. Éste no es un entendimiento natural
para la mayoría de nosotros. Tiene que aprenderse.
Nuestro cerebro reconoce fácilmente lo bueno ahora y lo malo ahora. Todos conocemos
las pruebas que se realizan en ratas y monos con comida y shocks eléctricos...y
lamentablemente este estudio prueba que no somos tan distintos de nuestros amigos los animales.
Si no tenemos una sensación de pérdida en este instante, no pensamos en el
hecho de que va a lastimarnos después.
En un enfoque más amplio, las personas que se apegan a un camino espiritual no están
controladas por sus emociones. Son capaces de calmar la parte emocional de sus
cerebros –la parte que desea gratificación instantánea– o simplemente ésta no los domina.
¿Pero cuántas veces tenemos que advertir a un niño de un peligro antes de que
nos escuche? A menudo necesitan pasar por una experiencia negativa para aprender
(¿recuerdas el shock eléctrico en los animales?). A la edad de trece años, madura la
parte del cerebro que rige el entendimiento y que controla la reacción retardada. Y
la Kabbalah nos enseña que es precisamente a la edad de doce o trece años cuando
la parte del alma que desea compartir también se vuelve activa.
Los justos son capaces de controlar la parte del cerebro que dice: "¿Cuál es
el propósito de esto? ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Para qué molestarme?". Sólo
funcionan con la parte del cerebro que siembra semillas, comparte y piensa en los demás.
Aquellos de nosotros que somos más emocionales y reactivos –o, desde un enfoque
positivo, apasionados–, como un niño, tenemos que entrenarnos para utilizar
la parte del cerebro que reconoce las consecuencias futuras.
Escuchar a nuestro corazón es fantástico; pero a veces nuestras emociones nos
llevan por el camino equivocado. También necesitamos trabajar con nuestra
mente para desarrollar una conexión auténtica con el Creador.
Todo lo mejor,
Yehudá