Lo mismo que algunos animales domésticos han superado comer carne y no son nada
fieros, así nosotros debemos dejar morir por inanición esa personalidad inferior y esa
mente instintiva para desarrollar y actuar de acuerdo a otros elevados ideales. Las
almas evolucionadas no se horrorizan por el comportamiento animal puesto que
éstos aún no han alcanzado la razón; algo similar ocurre con las tribus salvajes,
pero no es así con la civilización moderna cuando ven que hay retroceso y degeneración.
Los animales no cambian de expresión cuando hacen algo bueno o malo porque no
conocen el pecado y no distinguen entre el bien y el mal, pero el hombre sí expresa
en su cara sus vivencias e intenciones internas porque es consciente de lo que hace
y porque –sobre todo cuado hace mal– su conciencia le martiriza.
El instinto está por debajo de la consciencia ordinaria y por encima de lo que antes
hemos llamado mente vegetativa, pero dentro del instinto hay otro aspecto mental
que vamos creando con el paso de los años, este es el “hábito mental”. El hábito
mental se origina gracias a la adquisición de experiencias y a la repetición de las
mismas, porque cuando la experiencia es frecuente la mente lo asimila hasta el punto
de pasar a la acción de forma automática o instintiva. Cuado alguien está aprendiendo
mecanografía debe poner la consciencia o atención sobre las teclas pero cuando, por
medio de la repetición, se crea el hábito en la mente, ya no se necesita esa atención
porque se actúa automáticamente y sin que la consciencia apenas intervenga. Son
muchas las cosas que hacemos de forma automática a diario incluso de forma inconsciente,
pero el hábito mental también actúa respecto a los deseos, sentimientos y temas en los
que normalmente pensamos y se convierten en una obsesión o molestia. El hábito mental
creado voluntaria y conscientemente sobre algo beneficioso para el Alma, nos puede ser
muy útil para el desarrollo espiritual de cada uno, pero cuando es al contrario, no solo
nos puede perjudicar enormemente, sino que, además, será muy difícil de
eliminar porque él mismo se opone.
El aspecto mental que llamamos “razón” está entre el sentir –sentimientos, deseos y
emociones– y el querer o voluntad de acción, y dentro de la razón hay que diferenciar
la razón “consciente” y la “inconsciente”. Todos sabemos lo que es la razón consciente
u ordinaria con la que normalmente obtenemos conocimiento y nos expresamos, pero
no ocurre lo mismo respecto a la razón inconsciente que es esa que, después de
intentar resolver un problema y de dejarlo apartado, nos da la respuesta sin ni siquiera
esperarla. La repetición crea el hábito mental basado en las experiencias y en el
conocimiento adquirido; mientras que la razón inconsciente nos facilita las respuestas
basándose en la información que le da la razón consciente. Ahora bien, si
analizamos todos los aspectos de la mente mencionados hasta ahora, nos daremos
cuenta de que tenemos la información suficiente y los medios en nosotros mismos como
para cambiar nuestra manera y hábitos de pensar así como nuestro propio karma y
destino. Claro está que esto es así siempre y cuando nos programemos, pensemos y
actuemos repetidamente en determinada línea siempre relacionada con el desarrollo
espiritual. Esto es utilizar todos los recursos del mundo mental en que nos movemos
de una forma voluntaria y consciente siguiendo una serie de ideales elevados. Cuando
la razón está unida a la voluntad y éstas actúan siguiendo los impulsos superiores, es
cuando se desarrolla otro aspecto mental superior llamado “intuición”.
La intuición es la comprensión directa de la realidad, es un conocimiento inmediato a
modo de percepción sin que intervenga la razón. No es fácil de comprender vívidamente
lo que es la intuición hasta que uno mismo no la experimenta en algún grado, pero quien
la ha desarrollado hasta cierto límite dice que es tan real como la razón consciente lo
es ahora para los demás. La intuición envía mensajes a la mente razonadora ordinaria
puesto que está por encima de este plano mental y, aunque algunos no entiendan el
mecanismo, he de decir que la intuición está unida al Ego o verdadero Yo superior que
es el recopilador de la quintaesencia de las experiencias de todas nuestras pasadas
vidas. Siempre hemos tenido algún vislumbre de ese plano superior del mundo mental,
y de hecho de ahí proceden lo que hoy llamamos arte, belleza, amor puro, espiritualidad
y la poesía o la música entre otros como por ejemplo el genio. El ocultista que es
consciente de que él no es la personalidad se encuentra a medio camino entre
ésta última y el plano de la intuición. En el pasado y aún hoy muchos creen que son
la personalidad –deseos, sentimientos y mente– y se dejan dominar por ella; los
más evolucionados de nuestra sociedad reciben muchos mensajes de la intuición a
modo de consejos y órdenes pero les cuesta comprender y actuar como si fueran esa
intuición y estuvieran en ese plano mental. Sin embargo, ese es precisamente el futuro
de la humanidad, vivir y experimentar como intuición –sin mente– y utilizar la razón
voluntaria y conscientemente cuándo y cómo se necesite exclusivamente.
La voz de nuestro Yo superior o Ego a través de la intuición no es muy fuerte todavía,
pero si experimentáramos la vida desde la posición del Yo superior comprenderíamos
que estamos haciendo uso de la mente casi las 24 horas del día sin necesidad. Para
poner la atención y la consciencia en un hecho concreto, o para ver y oír y para otras
muchas cosas no se necesita utilizar la mente –razonar– y sin embargo, estamos
adquiriendo conocimiento y viviendo las experiencias. Observar atentamente la belleza
de una flor no es razonar pero cuanto más elevada sea la concentración sobre ella más
elevados conceptos recibiremos por medio de la intuición de lo que es esa belleza.
Pero, desde el mismo momento en que razonemos esa belleza ya entorpeceremos
esa comunicación de los planos mentales superiores.
Todo ser humano tiene intuición de acuerdo a su desarrollo espiritual y a su capacidad
de responder a ella, de hecho, la fe y la confianza la desarrollan mientras que lo contrario
la perjudica. Es a través de la intuición como tenemos ciertas percepciones intuitivas
de la Verdad también llamada Realidad, por tanto, cuanto más contacto con esas
regiones más conocimiento intuitivo sin intervención de la mente. El Ego hace todo lo
que puede para favorecernos por medio de la intuición pero la personalidad lo
impide y más aún cuando disfrutamos y nos sentimos atraídos por los goces materiales.
Para que la luz del Yo superior llegue a la personalidad es necesario que los cuerpos
no entorpezcan la voluntad de dicho Ego y que los cuerpos sean utilizados por ese Ego
sin que los mismos intenten dominar en cada situación.
En el pasado desarrollamos y utilizamos la mente instintiva, en la etapa actual utilizamos
principalmente la mente concreta, en un futuro próximo utilizaremos lo que hoy llamamos
mente abstracta, y a partir de ahí, con la conciencia en el plano del Ego, comenzaremos
a desarrollar la ”mente cósmica” que nos permitirá ser conscientes de la vida universal
en los planos espirituales. Entonces comprenderemos la unidad de vida manifestada en
innumerables formas, y viviremos como un centro de conciencia en ese gran océano de
Conciencia y Vida divina tal y como está previsto en el Plan del Creador de este
esquema de mundos donde vivimos, evolucionamos y tenemos nuestros ser. Así, tal
y como vayamos evolucionando, iremos colaborando y haciéndonos cargo en parte
de la obra de Dios hasta que nuestra conciencia alcance Su nivel y seamos dioses
creadores a imagen y semejanza suya. Nuestro ser interno es un dios en formación
pero no podrá comenzar a manifestarse ante nuestra consciencia hasta que
venzamos en la batalla contra la personalidad, entonces, cuando llegue ese día,
la luz del Espíritu mostrará progresivamente su belleza y su poder y nos traerá la
paz y el descanso que merecemos como luchadores en la batalla de la vida.