El verdadero ser que llamamos “hombre” no es lo que vemos ni lo que la mayoría de las personas
piensan, sino algo mucho más elevado cuyo origen es Dios. Lo que normalmente creemos ser se
suele denominar en ocultismo “personalidad” y ésta está compuesta de un cuerpo físico, un
cuerpo etérico o vital, un cuerpo de deseos o emocional y un cuerpo mental o mente razonadora.
Esta es la manifestación del verdadero Ser o Espíritu en los tres mundos inferiores de los
siete existentes (ver diagrama) pero, al igual que la personalidad se manifiesta en los tres mundos
inferiores –físico, de deseos y del pensamiento– el Espíritu se manifiesta en los tres superiores a
partir del propio mundo de Dios (ver diagrama) Este Espíritu, a imagen y semejanza de su creador,
tiene tres aspectos que son Voluntad, Amor-Sabiduría e Inteligencia Activa, y estos tres
aspectos se manifiestan como un Triple Espíritu reencarnante en la forma de lo que normalmente
llamamos Ego, Yo superior o Alma. Por consiguiente, somos un Espíritu formado por tres aspectos
o poderes divinos que en su manifestación y descenso hacia la materia, crea los vehículos o cuerpos
que necesita para adquirir experiencias en los mundos inferiores y de las cuales se formará el
Ego o Alma que, a su vez, también es triple.
ESPÍRITU: Espíritu Divino, Espíritu de vida y Espíritu Humano
ALMA: Alma Emocional, Alma Intelectual y Alma Consciente
PERSONALIDAD: Cuerpo de deseos, Cuerpo etérico y Cuerpo Fisico
La mente concreta o razón, aunque es parte de la personalidad, es el eslabón que une al
Ego con esta última, estando el Ego en las regiones superiores del Mundo del Pensamiento. Los mundos son siete incluyendo el propio Mundo de Dios y cada uno de ellos está compuesto
de “materia” o más bien energías, que van de lo más sutil o puras hasta la más densa o física
donde nosotros evolucionamos conscientemente en la etapa actual. El mundo intermedio entre el
mundo del Espíritu y el de la personalidad es el Mundo del Pensamiento, el cual se divide en dos
regiones, una superior del pensamiento abstracto y una inferior del pensamiento concreto donde se
forma nuestra mente. En la región abstracta se sitúa el Ego o Alma que, como un Yo superior, intenta
guiar a la personalidad para extraer el mayor provecho posible en cada renacimiento y así formar la
unión de ambas. Ahora no tenemos relación directa con el Espíritu pero en su momento, cuando
tengamos la conciencia en el nivel del Ego, sí la tendremos y ya no necesitaremos renacer “en el
mundo” físico. Así es que el Espíritu o Mónada es uno en su propio mundo pero con tres aspectos
o poderes divinos. Este Espíritu se expresa como una tríada en cuyo tercer aspecto se sitúa
actualmente el Alma o Ego, el cual se manifiesta o renace como personalidad con los tres cuerpos
mencionados más la mente concreta que es la herramienta necesaria para gobernar dichos cuerpos.
El ser humano cree ser lo que ve porque solo somos conscientes en el mundo físico y de nuestros
cuerpos físicos, pero ya hay muchísimos seres que también lo son en los mundos superiores, lo
que significa que la evolución nos llevará a ser conscientes primero en las regiones etéricas del mundo
físico y después en los Mundos de Deseos y del Pensamiento. Nuestros vehículos o cuerpos de
expresión, al igual que los mundos, están compuestos de la más sutil y pura “materia” a la más
densa pero según vayamos evolucionando y purificando los mismos iremos situando la conciencia
en los mundos superiores para no tener que renacer obligatoriamente en los inferiores.
Una vez hecha una pequeñísima introducción a lo que somos y respecto a dónde estamos, dado
por hecho que los lectores comprenderán que estos mundos y cuerpos se compenetran mutuamente
como ocurre con los estados que llamamos sólido, líquido, gaseoso, atómico y subatómico que
hay en un simple trozo de hielo, pasaremos a detallar y a demostrar que nosotros somos un
centro de fuerzas o energías dentro de otros superiores. Comenzaremos con el cuerpo y el mundo
físico que son los más densos pero que no dejan de ser la expresión de una serie de fuerzas o
energías superiores como lo son el deseo y la voluntad respecto a la acción. Decimos que el mundo
físico se compone de tres estados de materia (sólido, líquido y gaseoso) sin embargo, hace ya algunos
siglos que se hizo la Tabla Periódica donde se demuestra que todo está compuesto por átomos. Hoy
la ciencia afirma que éstos están compuestos de otras partículas subatómicas y de otras aún más
difíciles de detectar y analizar, por tanto, podemos llegar a una primera conclusión diciendo que el mundo
físico solo es real para los sentidos y más concretamente porque los ojos solo perciben una escala o
grados de vibraciones, lo que no ocurre con otras energías como, por ejemplo, la electricidad, el
magnetismo o los rayos X. Si nuestra consciencia estuviera en el mundo de deseos o, por el
contrario en un animal, no podríamos decir que tenemos un cuerpo físico o que habitamos en un mundo
físico porque no lo veríamos ni seriamos conscientes de ellos. Es más, si no tuviéramos un cerebro
alineado con nuestra mente –que nos hace conscientes– tampoco podríamos decir que el mundo
y que el cuerpo son físicos. Nosotros somos conscientes y decimos que tenemos un cuerpo físico
porque la mente recrea las imágenes que llegan al cerebro por medio de los ojos. Así es que, lo
que llamamos cuerpo físico es el resultado de la combinación de partículas energéticas
vibrando en el grado necesario para que lo perciban nuestros sentidos.
Por otro lado, la energía que mueve y da vida al cuerpo físico –el cuerpo etérico– es invisible a
los ojos; los deseos y emociones que dominan el cuerpo físico –cuerpo de deseos– también son
invisibles y más sutiles que la materia etérica; los pensamientos –cuerpo mental– son más sutiles
aún que los deseos y las emociones y pueden gobernar a éstos; y la voluntad que representa
al Ego, es más elevada, sutil y poderosa que todos los cuerpos pero puede dominarlas. Por
consiguiente somos un conglomerado de energías entrelazadas que cumplen una función
en cada renacimiento para que el Ego pueda evolucionar a través de la experiencia. El cuerpo
no tiene conciencia propia como tal, si así fuera no perdería la consciencia por las noches
mientras duerme, esto es así porque lo que llamamos consciencia procede del Mundo del
Pensamiento, del Ego, y solo lo somos cuando la vibración de este Ego activa o compenetra
el cuerpo físico que no deja de ser otro cuerpo vibracional de menor frecuencia que los superiores.
Cuando el Ego no está “dentro” del cuerpo físico no existimos como consciencia ni existe el
mundo físico que nos rodea porque no recibimos las impresiones de los objetos, solo existimos
como un yo cuando nuestra conciencia vibra en respuesta a lo que perciben los sentidos. El Ego o Yo
superior es una conciencia que vibra a una determinada frecuencia en esas regiones abstractas del Mundo
del Pensamiento, para él el mundo y el cuerpo físico no son materia física sino materia energética de
determinado grado de vibración como también lo es el Mundo de Deseos con sus correspondientes
grados vibracionales según las divisiones que contiene; es la consciencia de la personalidad a través
del cerebro la que interpreta como que todo es materia física. De hecho, cuando el cuerpo físico muere,
la consciencia sigue existiendo en esos mundos de energía en vibración –etérico, de deseos y
mental– sintiéndose aún como un yo y viviendo rodeado de formas como las que nos rodean pero
de materia etérica. La misma ciencia ha comprobado que la descomposición de los átomos que
forman los cuerpos y las formas físicas son partículas que vibran y que pueden formar parte de un
cuerpo en un momento dado y de otro al momento siguiente. Así es que, todas las formas físicas,
incluyendo nuestro cuerpo, forman un mundo vibracional y energético gobernado por
leyes divinas y de acuerdo a sus polaridades, relaciones de mundos,
centros energéticos y de conciencia, etc.
Si la materia es en realidad energía vibracional y la imagen vibracional que captan los ojos para
llevarla al cerebro también es una energía etérica que crea la imagen para que la perciba el Ego
gracias a la mente, ¿Dónde está la materia física? Nuestro cuerpo físico es un campo de partículas atómicas
y subatómicas en vibración que está compenetrado por el cuerpo etérico –cuatro éteres– cuyas partículas
energéticas vibran a un grado superior para compenetrar los átomos y, a su vez, dar vida y mantener
en buen estado de salud al cuerpo físico. El cuerpo de deseos o emocional está compuesto de otras
partículas más sutiles –vibración más elevada– que compenetran a los cuerpos etéricos y físicos, y
que son la base de los deseos, sentimientos y emociones que necesita el hombre como impulso
para la acción –como ocurre con los animales– el cuerpo mental concreto o razón, compuesto de
partículas muchos más sutiles aún que los otros cuerpos, compenetra a éstos en forma de
“mente” para que se pueda razonar los impulsos del cuerpo emocional y para ser conscientes
en el mundo físico gracias al cerebro y a los sentidos. Como podemos ver, de acuerdo a la vibración
de la energía de cada cuerpo, ésta anima, influye y puede dominar a la inferior siempre que una vida
divina o conciencia tenga poder sobre ella. Este es nuestro caso, la voluntad del Ego tiene
poder sobre la mente, esta sobre los deseos, y éstos sobre el cuerpo
físico animado por el cuerpo etérico.
Ahora bien, ¿Por qué la energía de nuestros cuerpos no se funde en el “caos” donde está
el resto de energías que crean las formas y cuerpo de éste y de los otros mundos? La respuesta
es “la frecuencia vibratoria” que cada cuerpo tiene según el átomo-simiente portador de todo lo que
hemos sido y experimentado en el pasado. Cada cuerpo tiene un átomo-simiente que no se destruye
después de cada renacimiento, en cada átomo-simiente se graban las experiencias para luego
extraer la quintaesencia de las mismas y así evolucionar un poco más en cada vida. Cada átomo
tiene una vibración determinada de acuerdo al desarrollo evolutivo que haya alcanzado el Ego, y
es esa vibración la que, al descender la vida hacia un nuevo renacimiento atrae las partículas que
estén en sintonía con su destino –desarrollo, posibilidades, tendencias, karmas maduros, etc.–
para así formar sus cuerpos. A partir del átomo-simiente del cuerpo físico –unido al cuerpo etérico–
se forma una imagen etérica del futuro cuerpo físico sobre la cual se verán atraídos los átomos
para así crear las diferentes clases de materias –huesos, carne, cabellos, uñas, etc.– y, aunque
el Ego hace algún trabajo en esto, lo cierto es que es ayudando por otros seres etéricos –cuerpos
energéticos– que darán forma al cuerpo según sea su destino kármico.
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