A medida que te vas volviendo más receptivo a la presencia de Dios junto a ti y a la vida sanadora que de él procede, comienzas a experimentar que nuevas fuerzas surgen en todo tu cuerpo, templo del Espíritu Santo. Hazte consciente de esta presencia vital que habita en ti y pídele a Dios que con su fuerza, vaya sanando cada átomo y tejido, cada órgano y sistema, a fin que todo tu cuerpo funcione perfectamente para alabarlo y servirle. Puedes incluso orar, colocando tu mano sobre la parte enferma de tu cuerpo, rogándole al Espíritu de Dios que te bendiga y te sane.
Déjalo al Señor renovarte totalmente, y recibe este día de vida y cada día del mes con entusiasmo y confianza, expresando tu agradecimiento a Dios por su maravillosa actividad en ti.
Acuérdate del Señor, tu Dios, porque Él te da la fuerza necesaria para que alcances esa prosperidad, a fin de confirmar la alianza que juró a tus padres, como de hecho hoy sucede. Deuteronomio 8, 18