Una de las lecciones más difíciles de la vida es que "mi camino" no siempre es el mejor. Por eso, si tengo que tomar una decisión o si estoy a la busca de una idea nueva, sé mantener siempre la mente abierta. Dios me mostrará el mejor camino.
¿Cómo saber si estoy haciendo lo que Dios desea de mí? Me vuelvo a Dios con la oración, pido guía y luego escucho. En la quietud de la plegaria Dios me habla con una idea o un sentimiento que me reconforta y me fortalece.
Recurro a la fuerza de Dios cuando trato con los demás y cuando estoy solo. No importa lo grave o lo trivial que pueda parecer la situación actual; siempre puedo confiar en Dios y saber que cuando suceda será siempre para mi bien.
Porque estoy abierto al camino de Dios, descubro el mejor camino.