No queremos admitir que el destino nos trae muchas y nuevas oportunidades
de desarrollo interno así como desafíos que ni siquiera advertimos porque la
mente busca ser la protagonista e intermediaria para así mantener su poder.
La mente crea algo así como un velo que nos impide ver la realidad de todo
cuanto nos rodea, evita que tengamos un contacto directo con la vida y, por
consiguiente, que tengamos ese interés profundo y ese entusiasmo.
Si no
fuera por las distracciones y el entusiasmo de la mente que desde la memoria
realiza tendríamos una mente fresca y viva que nos permitiría observa r y
afrontar los desafíos y las oportunidades del destino.
Las tormentas son
creadas por la personalidad, las que pueden complicar más aún los desafíos
y pruebas del destino, pero cuando en medio de la agitación hay control y
mantenemos quieta la mente (no reaccionar ni enjuiciar) entonces permanecemos
tranquilos y pasará todo sin afectarnos consiguiendo así una limpieza mental.
Una tormenta o desafío sin respuesta es permanecer en el silencio y en la
soledad que nos fortalecerá internamente ante las siguientes. Es en este silencio
donde se encuentran las mayores oportunidades espirituales de desarrollo
porque entre otras cosas, traen una renovación subjetiva que hace que lo
objetivo desaparezca.