3. ENTRE LOS GENTILES
Aunque las condiciones sociales y económicas del estado romano no eran del nivel más alto, la paz y la prosperidad interna que se habían logrado eran propicias para el autootorgamiento de Micael. En el primer siglo después de Cristo la sociedad del mundo mediterráneo se dividía en cinco clases bien definidas:
1. La aristocracia. Las clases altas con dinero y poder oficial, los grupos privilegiados y reinantes.
2. Los grupos comerciales. Los mercaderes más poderosos, los banqueros, los negociantes —los grandes importadores y exportadores— los mercaderes internacionales.
3. La pequeña clase media. Este grupo pequeño pero muy influyente, proporcionó moralmente la espina dorsal de la iglesia cristiana primitiva, la que los alentó a persistir en sus varias artesanías y comercios. Entre los judíos, muchos de los fariseos pertenecían a esta clase de tenderos.
4. El proletariado libre. Este grupo tenía muy poco peso en la sociedad. Aunque estaban orgullosos de su libertad, se veían obligados a competir desventajosamente con la mano de obra de los esclavos. Las clases altas los miraban con cierto desprecio, considerando que sólo servían para «fines de reproducción».
5. Los esclavos. La mitad de la población del estado romano estaba constituida por esclavos; había entre ellos personas brillantes que se abrían camino rápidamente en el proletariado libre y aun en la clase de tenderos. La mayoría, sin embargo, era o mediocre o muy inferior.
La esclavitud, incluso de personas superiores, era una consecuencia de las conquistas militares de los romanos. El poder del dueño sobre el esclavo era ilimitado. La iglesia cristiana primitiva estaba compuesta en gran parte por las clases bajas y por los esclavos.
Los esclavos más capaces frecuentemente recibían salarios y con sus ahorros conseguían eventualmente comprar su libertad. Muchos de estos esclavos así emancipados llegaron a ocupar altas posiciones en el estado, en la iglesia y en el mundo del comercio. Precisamente por este motivo la iglesia cristiana primitiva se mostró tan tolerante de esta forma modificada de esclavitud.
En el Imperio Romano del primer siglo después de Cristo no había vastos problemas sociales. La mayoría de la población se contentaba con seguir perteneciendo a la clase en la que le había tocado en suerte nacer. Siempre había una puerta abierta para que los individuos de talento y capacidad treparan de la capa inferior a la capa superior de la sociedad romana, pero la mayoría se conformaba con su categoría social. No tenían conciencia de clase, ni tampoco consideraban injustas o erróneas estas distinciones de clase. El cristianismo no fue en ningún sentido un movimiento económico con propósito de aliviar los sufrimientos de las clases oprimidas.
Aunque la mujer disfrutaba de mayor libertad en el Imperio Romano que en su posición restricta en Palestina, la devoción a la familia y la afectividad natural de los judíos transcendían en mucho a las del mundo gentil.