Cuanto tienes en este momento, lo has recibido
de tus antecesores. Lo que tú has hecho
–y muy bien, por cierto– es transformar cuanto
has heredado. Esta es tu riqueza y tu aportación
al mundo en el que te desenvuelves felizmente.
Tu generación, sea la que sea, posee una preciosa
misión en la vida: cambiar y mejorar la preexistente.
Hace dos mil y pico de años fueron pronunciadas
estas palabras: "Bienaventurados los limpios de corazón".
Te suenan y las sabes de memoria.
Pero posiblemente, con tu vida transida
de mil preocupaciones, no has caído en la cuenta
de su hondo significado, y sobre todo de su riqueza
cuando la vives a niveles profundos en el mar de corazón.
Puede que hayas heredado casas, campos,
dineros, coches, electrodomésticos, pisos...
Sin embargo, la felicidad de tu corazón limpio
es tarea tuya personal.
Cuando quieres mantenerte alegre, dichoso,
relajado... sientes la necesidad de hacer
una purificación y una obra transformadora
de tu intimidad, de aquellos secretos
que nadie sabe, excepto tú mismo y Dios.
En la medida en que mantengas en tu corazón
la sencillez, la transparencia y la limpieza,
en esa misma medida irá naciendo cada día en ti
una fuente que mana agua hasta la misma vida eterna.
Ser una persona de corazón limpio, te lleva
a sentirte feliz ante las imágenes que estás viendo;
jubiloso ante la música que escuchan tus oídos;
y pensativo y dichoso interiormente ante
la voz amiga que te habla a tu propia interioridad.
Hay gente que tiene el corazón manchado
porque todo lo ensucian. No saben emocionarse
ante estas imágenes: no saben vivir
con amor incondicional
¡Vive hoy feliz!