El solsticio de invierno se celebraba en Roma bajo el nombre de Fiestas
Saturnales (de Saturno, cuya influencia predomina cuando el sol pasa por
Capricornio). Este festival conmemoraba el matrimonio de Cibeles (la Tierra) y Atis
(el Sol). Su salida ceremonial de la cámara nupcial representaba el nuevo nacimiento
(iniciación) del místico, del santuario subterráneo de la Diosa Madre. Y tenía lugar
entre el regocijo de los amigos y compañeros que habían pasado ya una experiencia
similar.Cuando el santo nacimiento tuvo lugar en Palestina, el sol había pasado, por
precesión, de Tauro a Aries, el signo del Cordero. De ahí que fueran pastores de
ovejas los que adoraran al Niño Jesús. Es interesante también hacer notar que,
mientras el sol estuvo, por precesión, en Tauro, un signo femenino, la adoración de
una diosa fue capital. Cuando el sol precedió hacia Aries, un signo masculino,
prevaleció la adoración de una deidad masculina (los estudiantes tendrán in mente
que, de lo que aquí se habla es de la posición del sol en primavera, cuando cruza el
ecuador celeste. Este punto de cruce del equinoccio primaveral, parece retroceder a
través de las constelaciones, a razón de un grado cada setenta y dos años
aproximadamente. Y lo mismo los otros tres puntos del circuito solar: El solsticio de
verano, el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno. En los equinoccios, el sol
cruza el ecuador celeste, pero en los solsticios parece permanecer quieto antes de
redirigir su curso hacia el norte o hacia el sur, según el caso).
En la próxima Edad Acuaria, cuando el equinoccio vernal ocurra en Acuario,
no dominará ni lo masculino ni lo femenino. Recibirán idéntico reconocimiento,
tanto en los asuntos materiales como en los espirituales.
Mitra, el santo de Persia, nació también el 25 de diciembre. Igualmente recibió
el homenaje y los regalos de hombres sabios que profetizaron su glorioso destino en
servicio de su pueblo.
Los escandinavos tenían un ceremonial muy hermoso para adorar al dios del
sol, Baldur, cuya madre era la virgen Friga o Freya. Este santo nacimiento tenía lugar
también en la culminación del solsticio de invierno.
En Méjico, el gran dios Quetzalcoatl nacía de una iniciada virgen que era
denominada la Reina de los Cielos. En su historia figuran, tanto una anunciación
como una concepción inmaculada.
Esta suprema Diosa Madre, adorada por todo el universo, es el gran e ilustre
Ser que dirige la Jerarquía de Virgo, los Señores de la Sabiduría. Todas las vírgenes
iniciadas realizan su entrenamiento y preparación bajo la supervisión de esta Madre
Celestial. A Palestina vino la más exaltada de todas ellas, María de Belén, madre de
Jesús. Ella fue más que ninguna otra ha sido jamás en el mundo: Fue y es un gran
Maestro Espiritual que legó a su hijo las riquezas de su profunda sabiduría.
La misa crística de los primeros cristianos se celebraba la Noche Santa del
solsticio de invierno, cuando Jesús, Señor del amor, descendió a la Tierra para traer
al hombre los nuevos Misterios Crísticos en los que le enseña cómo desarrollar en su
interior el Árbol Viviente de Luz. Aprende el hombre así a imprimir en su propio
cuerpo, mediante el amor y el servicio, los símbolos de oro del sagrado Niño. San
Pablo, uno de los primeros aspirantes que siguió los pasos de su Maestro, proclamó
esta verdad a sus propios discípulos cuando dijo: "Llevo en mi cuerpo las marcas del
Señor Jesús". Pablo no se refería aquí a heridas ni a marcas infligidas por sus
perseguidores sobre su cuerpo físico, como la iglesia ortodoxa interpreta, sino que se
refería a las glorias de la estrella de fuego crística, que llameaba dentro de él y
brillaba con tal refulgencia que, durante algún tiempo, estuvo ciego como
consecuencia de su resplandor. Fue esta estrella crística, hecha brotar en él por
Cristo, y nacida cuando iba camino de Damasco, la que más tarde describió como
"cuerpo celestial". Es siempre este cuerpo-estrella, este cuerpo celestial, el que lleva
las marcas de Cristo que, algunas veces, se sobreponen al "cuerpo terrestre" en una
estigmatización visible para todos.
Paracelso dice que todas las constelaciones del cielo se encuentran dentro del
hombre. "El sol es la cabeza", escribe, "y los otros planetas del sistema solar están
dentro del cerebro".
Durante la Noche Santa, las puertas del Templo están abiertas, las luces del
altar, resplandecientes, y se escucha el himno de Capricornio en medio del
repiqueteo de las campanas de Navidad, sonando desde el plano de la paz. Entonces,
el neófito, que ha sido considerado "digno y bien calificado" a causa de haber nacido
Cristo en él, aprende el verdadero significado de la Misa Crística, la Fiesta de la Luz.
Para los sensitivos, el período de Navidad se caracteriza por una profunda
tranquilidad interior, como si todo el mundo estuviese envuelto en la luz blanca de
una gran bendición. Y esto es lo que realmente ocurre en esta estación, la más
bendita del año: Las corrientes de deseos de la Tierra son acalladas, y las fuerzas
espirituales se hacen crecer de modo arrollador. Es como si el cielo se inclinase hacia
abajo y la Tierra se elevase; un sendero de luz conecta a los dos y, sobre él, los
ángeles y arcángeles desfilan en brillantes formaciones de luminoso esplendor,
cantando en tonos jubilosos: "Paz en la tierra, y buena voluntad hacia los hombres".
Cuando estas fuerzas celestiales barren la Tierra, toman la forma de remolinos
de simétrica belleza que adoptan la semejanza de la Virgen y el Niño. A lo largo de
los mundos etéricos, en la Memoria de la Naturaleza, está impresa la más sagrada
marca de la Tierra: La Estrella de Oro y la Madre con el Niño.
Varios siglos después de Cristo vinieron a la Tierra Maestros artistas para
perpetuar el significado y el propósito de la Virgen Ideal, tal como se visualiza en los
planos internos durante el período entre encarnaciones. Uno de ellos fue Correggio,
cuyo estudio era un santuario y aseguraba que, cuando estaba trabajando en un lienzo
de la Virgen, estaba simbólica y realmente de rodillas. De tal santidad era la
atmósfera de su estudio que ha sido descrito poéticamente como repleto de la pureza
de niños en oración.
Fra Angélico fue otro de esos pintores divinamente iluminados. Se ha dicho de
él que vivía, medio en el mundo de los ángeles y medio en el de los hombres. Hay
leyendas que aseguran que los ángeles posaban frecuentemente para él. La exquisita
calidad espiritual de sus Vírgenes y ángeles parecen confirmar este aserto. Sus
figuras eran más etéricas que físicas, más divinas que humanas.
Pero estaba reservado a Rafael el proyectar en su máxima perfección y con su
máximo poder espiritual el ideal de la gloriosa Virgen. Rafael fue el emisario de una
gran fraternidad mística y creó su obra de acuerdo con lo que veía en los Registros
Akásicos. Su famosa Virgen Sixtina, que muchos críticos han considerado como la
más grande pintura del mundo, se ha usado en las escuelas de cristianismo esotérico
como tema de meditación. El eminente ocultista Rudolf Steiner recomendaba a sus
discípulos meditar sobre esta famosa pintura, asegurando que ejercía un efecto
curativo sobre el observador y que era, aún actualmente, un medio de curación
espiritual. Decía que, cuando el cuadro se contempla y se estudia de ese modo,
produce un efecto retardado sobre el alma humana ya que esa alma soñará durante la
noche en la imagen de la Virgen y recibirá así, aún hoy en día, un verdadero impulso
curativo.
"En Cristo Jesús - escribe el Dr. Steiner - tenemos el gran ejemplo de lo que
debería nacer en el alma humana. Esta alma humana, fecundada desde fuera del
universo espiritual, está representada simbólicamente por la Virgen". Ésta es,
además, "una imagen del alma humana nacida fuera del Universo Espiritual, que
puede poseer el poder interno de la visión, y que origina un nacimiento espiritual, el
nacimiento del hombre superior dentro del hombre terrenal". Se nos ha dicho que, de
ese modo, se puede contemplar "la actividad creadora del mundo producida de
nuevo".