PREFACIO
Estas tan esperadas “Memorias” de la Sra. Heindel, al fin publicadas, son sus
recuerdos del Fundador de La Fraternidad Rosacruz y de los primeros días de La
Fraternidad misma. El título en plural, Memorias, constituye una historia compuesta de
experiencias personales bien recordadas y reunidas de diversas fuentes por la escritora. En
esta instancia, sólo las memorias concernientes a Max Heindel y La Fraternidad Rosacruz
son incluidas en estas recopilaciones.
Acontece que el texto de este trabajo es una visión personal de la Sra. Heindel y de
cómo las vivió ella en particular y pueden diferir de cómo otras personas las pudieron haber
visto y entendido. En relación a nuestro Departamento de Curación, debemos aclarar que la
reglamentación estatal y federal sobre lo que está permitido hacer en materia de curación y
quién debe hacerla, han restringido esta especialidad desde 1920. Mucho de lo que antes se
hacía ya no es posible hacerlo. Debemos decir que La Fraternidad Rosacruz siempre busca
estar en completa concordancia con las leyes vigentes y que muchos cambios se han hecho
a éstas, desde el comienzo de La Fraternidad en 1.913. Esperamos que nuestros lectores
comprendan los efectos del tiempo sobre ciertas fotografías y que a pesar que la calidad de
algunas está comprometida, sentimos que el valor histórico que contienen bien vale su
inclusión.
MAX HEINDEL – LA ORDEN ROSACRUZ Y
LA FRATERNIDAD ROSACRUZ
Por muchos años los amigos me han insistido para que escribiera mis “Memorias”
con respecto a Max Heindel y contar sobre las relaciones íntimas con él y el comienzo de la
formación de la Fraternidad Rosacruz. Al fin esto ha sido posible. Hasta ahora, la presión
del tiempo, el rápido crecimiento del movimiento y la gran cantidad de trabajo por hacer,
habían hecho esto imposible. Pero en este momento, el tiempo comienza a permitirnos
ciertos desahogos en relación a la pesada carga. Los alrededores de la estancia en la cual
me he establecido son tan placenteros y sus vibraciones tan armoniosas y puras, que los
pensamientos fluyen con total libertad y ahora es posible expresar esos pensamientos en
papel. En esta parte, volveré a los principios de mi relación con Max Heindel. Aunque esto
en cierta manera revele mi personalidad, no puede ser evitado, pues los dos egos conocidos
como Max Heindel y Augusta Foss de Heindel están tan enteramente relacionados, que en
vistas de hacer justicia a las actividades de uno, queriendo dejar al otro fuera, sería algo
imposible. Fue a comienzo del año 1.901, en el que trabajando como acomodadora en una
conferencia realizada en Blanchard Hall, Los Ángeles, California, por C. W. Leadbeater, un
antiguo líder teosófico, la que escribe acomodó a un hombre de rostro muy placentero a su
respectivo asiento. La tarde del siguiente día, mientras asistía al bibliotecario que atendía a
las visitas a las salas teosóficas, el mismo hombre tan placentero, entró en la habitación y
solicitó un libro escrito por un hombre del que había sabido el día anterior. Luego de hablar
con él, fue sabido que era vecino de la escritora y naturalmente él fue invitado a visitar a mi
anciana madre y a mí. Esta visita, fue sucedida por otras, lo que terminó en una hermosa
amistad y estudios compartidos. Max Heindel y mi madre resultaron grandes amigos y
pasaban muchas horas hablando sobre viejos filósofos, pues mi madre era una gran lectora.
Max Heindel se inscribió como miembro de la Sociedad Teosófica de Los Ángeles y
resultó uno de los más entusiastas admiradores de Madame Blavatsky y su Doctrina
Secreta. Aunque no estaba enteramente satisfecho con las Enseñanzas del Este y buscaba
una doctrina filosófica Cristiana. En un corto tiempo fue elegido vice-presidente de la
sociedad. Durante los tres años que duró su cargo como vice-presidente de la sociedad, un
grupo de miembros se interesó por el estudio de la Astrología. Max Heindel fue uno de
ellos y quién escribe (estudiante desde hacia unos años) los asistió en el estudio de las
estrellas, pues en tiempos previos los miembros de la sociedad habían tenido aversión a la
Astrología y Miss Foss era la única interesada. En un corto tiempo Max Heindel se volvió
muy adelantado; su mente aguda busco el lado matemático de esta ciencia muy rápido. En
el verano de 1.905 se enfermó gravemente y por varios meses estuvo al borde de la muerte,
con problemas cardíacos. Luego de esta enfermedad se retiró de la Sociedad Teosófica y en
Abril de 1.906, partió hacia el norte del Estado. Llegó a San Francisco en la mañana del 17
de Abril, pero no contento consigo mismo, algo lo empujaba a partir inmediatamente hacia
Seattle; lo cual hizo. El 18 de Abril de 1.906, San Francisco fue escenario de un terremoto y
fuegos devastadores. Al llegar a Seattle, comenzó a enseñar Astrología, reencarnación, etc.,
pero su salud nuevamente se deterioró. Su pobre corazón continuaba con problemas; otra
vez, pasó algún tiempo en el hospital, pero su voluntad inquebrantable le salvaba
continuamente de tornarse un inválido crónico. Contra los consejos médicos, nuevamente
comenzó sus conferencias y enseñanzas. Enseñó en Portland, Oregón, Seattle y Yakima,
Washington y Duluth, Minesota; ciudades en las que tuvo gran aceptación. Hacia esta
época, una amiga, que estaba viajando por Alemania, se había contactado con el Dr.
Rudolph Steiner y se volvió una gran entusiasta en las enseñanzas de este Doctor. En sus
cartas sugería a Max Heindel que fuera a Alemania a ver a este hombre, pero Heindel
estaba muy contento con su trabajo en el norte; además no tenía medios económicos para
emprender tal viaje. Pero esta amiga era tan persistente que volvió a América para
persuadirlo en persona a que la acompañara de vuelta en Alemania, a ver a su Maestro. Su
oferta de pagar al Sr. Heindel el viaje de ida y vuelta lo convenció al fin de dejar sus clases
e ir a Alemania. Este viaje lo realizó en el otoño de 1.907. Luego de asistir algunas de las
clases del Dr. Steiner, se descorazonó, quedando desilusionado, pues sus conocimientos
eran similares a los que ya poseía. Cuando le mencionó esto a su amiga, esta quedó muy
resentida, lo que motivó la ruptura de su amistad con Heindel. El retornó a su habitación
abatido y desilusionado, sintiendo que había abandonado un campo fértil de trabajo en
América yendo a Europa, sólo para saber que no había encontrado lo que esperaba. Así
comenzó los preparativos para retornar a América. Fue entonces cuando un Maestro, un
Hermano Mayor de la Orden Rosacruz, uno de los Hierofantes de los Misterios, vino a él y
le ofreció impartir las enseñanzas que tanto deseaba, a condición que las mantuviera en
secreto. Max Heindel había buscado por años y rezado con fin de encontrar algo con que
aplicar la sed del alma del mundo. Habiendo sufrido y vivido las ansias de su corazón por
estas verdades, no pudo prometer esto al Hermano Mayor y se rehusó a aceptar nada que no
pudiera ser transmitido a sus hermanos deseosos de conocimientos y verdades. El Maestro
entonces lo dejó. Puede alguien imaginar el sentimiento que sobrevendría a un hombre
moribundo, privado de alimentos por algún tiempo y luego de ofrecerle un pedazo de pan,
antes de poder probarlo, se le quitara. Su última condición sin duda fue más desdichada que
la primera. Así fue con Max Heindel. Su desilusión, al recorrer una distancia tan grande
para reunirse con alguien que le había dado a entender que era un gran amigo, tenía una
nueva enseñanza oculta (mucho más profunda) que darle, más encontrando que estaba
equivocada, lo que hacía a sus sentimientos más intensos aún. Se sentó durante horas
quedando ciertamente aturdido luego de haber partido el Maestro. En su desilusión,
teniendo que volver a América y comenzar en donde había dejado, sintiendo que había
perdido tiempo y dinero yendo a Alemania, pasó varios días de infelicidad.
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