Dios se interesa por ti. Te llama por tu nombre, seas quien seas,
Dios se fija en ti a título individual. Te llama por tu nombre. Te ve y te comprende tal como te hizo. Sabe lo que hay en ti, conoce todos los pensamientos y sentimientos que te son propios, todas tus disposiciones y gustos, tu fuerza y tu debilidad.
Te ve en tus días alegres y también en los de tristeza. Se solidariza con tus esperanzas y tus tentaciones. Se interesa por todas tus ansiedades y recuerdos, por todos los altibajos de tu espíritu. Ha contado los cabellos de tu cabeza y ha medido tu estatura.
Te rodea con sus cuidados y te lleva en sus brazos, te alza y te deposita en el suelo. Ve tu auténtico semblante ya esté sonriendo o cubierto de lágrimas, sano o enfermo. Vigila con ternura tus manos y tus pies, oye tu voz, el latido de tu corazón y hasta tu respiración. Tú no te amas a ti mismo más de lo que Él te ama.