Otros piensan que son más agradecidos si compensan de
alguna manera el bien recibido, como si se tratara de una
regla y tuvieran que devolver un equivalente de lo recibido.
En nuestra cultura es común ver cómo los padres
reclaman gratitud de sus hijos y les reprochan por no agradecer
todo lo recibido, confundiendo la gratitud con el reconocimiento.
La verdadera gratitud, trascendental, es incondicional y
está unida al amor. La gratitud convencional es
pasajera y se da por compensación.
La gratitud es uno de los escalones que Dios nos ha
enviado a perfeccionar en este plano terreno.
La verdadera gratitud no discrimina, agradece todas
las cosas aunque ante nuestros ojos parezcan malas,
porque todas te permiten aprender.
Además no es gratitud por el momento, es mucho más,
es un estado, una forma de vivir.
Decir gracias es la más sublime oración que puedes hacer,
sale del corazón, no por quedar bien ante los demás ni por
mantener fachadas que ocultan tu verdad.