“Antes de que puedas encontrar a Dios, debes perderte a ti mismo”.
Podemos recibir toda la felicidad, el júbilo y la realización que el
Creador desea otorgarnos cuando asumimos el trabajo espiritual de volvernos más parecidos
al Creador, al transformar nuestra naturaleza egoísta por una que sea desinteresada.
Desafortunadamente, nuestro ego interfiere con este trabajo casi todos los días. Ninguno de
nosotros es verdaderamente desinteresado. Tenemos intenciones ocultas en casi todo lo que
hacemos. Vamos a trabajar para ganar un salario. Nos involucramos en una relación porque
nos gusta lo que la persona nos da. Incluso cuando hacemos acciones caritativas,
generalmente buscamos elogios o por lo menos un “gracias” a cambio.
¿Cómo es posible llegar a un estado de desinterés con todas nuestras motivaciones ocultas?
¿Es tan siquiera posible perdernos a nosotros mismos? Es posible, pero no es fácil.
El secreto para ser desinteresados es dar cuando sea más incomodo, o difícil de hacer.
Cuando alguien te pide que lo lleves al aeropuerto, y es lo último que quieres hacer pero lo
haces de todos modos, estás actuando en semejanza con el Creador como una fuerza de
compartir infinita. Si escasamente tienes dinero en tu cuenta bancaria y un amigo, o tal vez
alguien que no haya sido tan buen amigo, se acerca a ti necesitado y tu compartes lo que
tienes con él, sabes que tu amor es incondicional, así como lo es el amor del Creador.
Todas las buenas acciones revelan bondad en el mundo, pero si quieres revelar grandeza,
da hasta que duela.
Vivir un camino de espiritualidad no es fácil porque requiere sacrificio. Pero sin importar
qué sientas que estás entregando (tu tiempo, tu energía, tu talento o tu dinero) lo que
realmente estás entregando es tu ego.
Mientras más controlemos nuestro ego, más nos conectamos con la fuente de
todas las bendiciones.