Cada acontecimiento de la vida de Cristo Jesús durante la Semana de Pasión,
representa alguna fase de Iniciación en los Misterios Cristianos. La Entrada Triunfal
representa los gozos, así como el Calvario simboliza los sufrimientos. Para las masas
que presenciaban la procesión del Domingo de Ramos, ésta no era sino la atribución
de honores al gran Maestro que, durante los tres últimos años, había realizado tales
milagros entre ellos, que había hecho ver a los ciegos, andar a los tullidos y sanar a
los enfermos. Pero, para los cristianos esotéricos, su significado era más profundo.
Para ellos era una manifestación externa del santo gozo que experimentará toda la
Humanidad cuando haya alcanzado la conciencia crística, hecha posible, gracias al
recientemente instaurado nuevo procedimiento de Iniciación en los Misterios
Cristianos.
Los hosannas de las multitudes que bordeaban el camino, a lo largo del cual
pasó el Maestro durante Su Entrada Triunfal, no eran sino el eco de los coros
angélicos que saludaron el nacimiento de Jesús. Entonces habían cantado: "Paz en la
Tierra y buena voluntad hacia los hombres"; el día de Su entrada en Jerusalén para
los acontecimientos finales de Su ministerio terrenal, cantaban: "Bendito sea el Rey
que vino en nombre del Señor; paz en los cielos y gloria en lo más alto". Por tanto,
anunciaban el amanecer de la Nueva Dispensación, bajo la cual, cada hombre está
destinado a convertirse en rey de su propio reino espiritual y a caminar en el nombre
del Señor o en la Ley del Amor, la Luz y la Verdad.
El escenario de la Entrada Triunfal fue Jerusalén, la ciudad de la Paz, que
representa el corazón o centro del amor en el cuerpo, el primero en el que comienza a
vivir el Espíritu de Cristo. El asno, sobre el que Cristo marchaba, simboliza la
Antigua Sabiduría. Y las palmas esparcidas sobre el camino representan
consecuciones victoriosas. Por tanto, Cristo escenificó, mediante Su Entrada
Triunfal, algo que apuntaba a la gloria de la Nueva Edad, cuando las verdades de los
Misterios Cristianos se hayan convertido en la religión universal de la Humanidad.
El Maestro había enviado a dos de Sus discípulos, Pedro y Juan, a preparar Su
entrada, diciéndoles que "fuesen al pueblo frente a ellos", donde encontrarían un
pollino; que se lo trajeran y, sobre él, Cristo cabalgaría hacia Jerusalén.
El "pueblo de enfrente" es el Sendero, que siempre se extiende ante el
aspirante; y el pollino, símbolo de la sabiduría, que nunca había sido montado, es el
recién liberado impulso espiritual, que dio nacimiento a los Misterios Cristianos. El
hecho de que esos discípulos supieran el camino del pueblo y trajesen enseguida el
pollino, significa que ellos habían sido ya iniciados en el Sendero Cristiano de la
Iluminación Espiritual.