EL MAESTRO EN BETANIA
Todas las noches de la Semana Santa, el Maestro las pasó en el amado hogar
de Su seguidor más avanzado espiritualmente, Lázaro, y de sus dos hermanas, Marta
y María. El lunes santo, lo dedicó a instruir a estos discípulos en las fases más
profundas del trabajo iniciático.
Es interesante llamar la atención sobre el hecho de que, de esos tres discípulos,
dos eran mujeres. Y esto es más notable aún, si se tiene en cuenta el status inferior a
que las mujeres eran entonces relegadas, especialmente en los países de Oriente.
Pero, viniendo, como vino, a elevar a la Humanidad toda, quiso dejar bien sentado
que las dos polaridades, la masculina y la femenina, han de llegar a equilibrarse. Él
mismo extendió Su consideración a las mujeres y al elevado lugar que, justamente,
debían ocupar, reconociendo que anticipaba la posición que asumirán en el mundo
cuando la Nueva Edad Acuaria, de igualdad y camaradería entre los sexos, se haya
hecho totalmente manifiesta.
Las dos discípulas femeninas representan los dos senderos: Marta, la
mentalidad y el sendero del trabajo. Marta estaba siempre ocupada "en muchas
cosas"; María tipifica el sendero del corazón, el camino de la devoción. Renunciaba
a todo para sentarse a los pies del Maestro. De las dos, el Maestro observó que ésta
había hecho la mejor elección.
Como se ha dicho, los centros sensibilizados del cuerpo de deseos, imprimen
su huella sobre los correspondientes del cuerpo vital, de acuerdo con determinados
procesos que tienen lugar a lo largo del desarrollo espiritual. Un cuerpo preparado de
tal modo, adquiere una luminosidad que es el más preciado regalo para Cristo, puesto
que significa una vida de dedicación y, por tanto, calificada para servir, en el plano
externo y en el interno, como Auxiliar Visible e Invisible. Ahí se puede encontrar el
verdadero significado de la rotura del tarro de alabastro por María, a los pies del
Maestro, ungiéndolos con fragante aceite. En la simbología cristiana primitiva, un
tarro representaba el alma. La afirmación de que el perfume de su tarro llenó toda la
casa significa que su fragante cuerpo del alma vestía la luminosa blancura del tarro
de alabastro que María dedicó al servicio del Señor.
LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES DE LA SEMANA DE PASIÓN
El lunes de la Semana de Pasión, como se ha dicho, lo pasó el Señor en
Betania con Lázaro, Marta y María. Las profundas enseñanzas dadas a las dos
hermanas durante ese tiempo están hermosamente descritas en la alegoría de la cena
que se le ofreció en casa de Lázaro, y a que se refiere el capítulo doce del Evangelio
de San Juan. Los procesos iniciáticos están frecuentemente velados con cenas o
banquetes, puesto que alcanzar tal exaltación de conciencia es, verdaderamente, un
banquete para el alma, más allá de toda comparación.
Aunque Marta, la neófita, estaba preparada para su promoción espiritual por su
servicio, el texto deja entender claramente que aún no lo estaba para participar en la
comida iniciática. Lázaro, el "recién nacido", se sentó a la mesa con el Maestro y
participó con Él, libremente, del pan de los cielos y de las aguas de la vida eterna.
María estaba en el mismo umbral del Templo de la Luz, como indica su
ceremonia de dedicación, consistente en ungir los pies del Maestro durante la cena.
El martes, el Maestro comenzó a impartir a otros hombres y mujeres lecciones
avanzadas, conducentes al glorioso Rito de la Resurrección. El Libro de los
Proverbios fue el texto empleado en esa ocasión, debido a que sus poderes
mantrámicos son tales, que pueden estimular y elevar ciertas corrientes del cuerpo
vital, que han de activarse en el proceso iniciático.
El miércoles, Judas sucumbió a la tentación de los sumos sacerdotes, que
tipifican la humana razón o mente mortal, no iluminada por el poder del espíritu. Las
treinta monedas de plata se refieren numéricamente, a la tríada (3+0) compuesta por
el cuerpo físico, el cuerpo de deseos y la mente inferior o concreta. Cuando esos
cuerpos o principios actúan en el nivel inferior, como sucedió con Judas al llevar a
cabo la gran traición, se destruyen siempre a sí mismos, como ocurrió con él, al
suicidarse. Este fracaso de Judas indica que no había logrado pasar el Primer Grado o
Rito de la Purificación.