En el Ritual del Sepulcro Vacío, Cristo, como indicador del camino a toda la
Humanidad, enseñó a Sus seguidores el último y más difícil trabajo que ha de
llevarse a cabo en el mundo físico. Este trabajo consiste en la transmutación de la
materia en espíritu. Cuando el hombre lo haya aprendido, habrá adquirido el dominio
de la enfermedad, la edad y la muerte. En la terminología esotérica, esta consecución
se alcanza con la iniciación perteneciente a la Tierra, el más denso de los Cuatro
Elementos. Es la última de las Cuatro Grandes Iniciaciones o Iniciaciones Mayores.
Cuando la luz de esta sublime iluminación se haya esparcido, se erigirán altares a
Cristo, tanto en nuestros laboratorios físicos, como en nuestras iglesias. Habrá sido
reconocido el espíritu que subyace en y tras la materia..
Con la Iniciación de la Tierra llega la liberación de la Rueda de Nacimientos y
Muertes. La necesidad de reencarnar ya no existe, porque ya se han aprendido todas
las lecciones de la Tierra. El espíritu del hombre es, pues, libre para continuar su
desarrollo en otras elevadas esferas, o permanecer con la Humanidad para ayudarla a
alcanzar el nivel que él ha alcanzado. Tales seres son los graduados de la
Humanidad, los Maestros de Sabiduría y nuestros Hermanos Mayores de Compasión.
Pedro también pasó el Ritual de la Muerte Mística aquel amanecer de Pascua,
antes de recibir el Grado de Maestro. Junto con María y Juan, llegó a la tumba vacía
y, según el Evangelio, entró solo, quedándose fuera los otros dos. Este incidente,
traducido simbólicamente, destaca el hecho de que ambos habían experimentado ya
la entrada en el "sepulcro" y la salida triunfante de él. En ese momento estaban
ayudando a Pedro a pasar a la exaltación gloriosa de conciencia que ellos ya poseían.
Mediante el proceso de la Iniciación, la mortalidad se viste de inmortalidad.
Ése es su único fin y ésa su única meta. Para la conciencia del iniciado, la vida y la
muerte no son sino dos aspectos diferentes del progresivo desarrollo del espíritu.
Sabiéndolo así, el ceremonial de los entierros, entre los primeros cristianos, era un
rito glorioso. La vida era su tema. Se colocaban en el ataúd hojas de yedra y de
laurel, y un texto completo de los Evangelios, sobre el corazón. Los que esperaban,
eran portadores de ramas de olivo y de palmas, y la procesión hasta la tumba se
caracterizaba, no por el duelo y las lamentaciones, sino por el sonido de alegres
hosannas. De acuerdo con ese sentimiento, era el vestuario, no oscuro como la
tumba, sino brillante como la luz que saluda al alma, tras su nacimiento en los planos
espirituales. Las tumbas de los primeros cristianos tenían forma de cruz, como
reconocimiento del hecho de que el cuerpo de mortalidad que se abandona es la cruz
de la materia, de que el alma queda liberada con la muerte y es el cuerpo del que el
espíritu se libera cuando alcanza la luz de la Iniciación.
Durante el intervalo entre la Crucifixión y la Resurrección (desde la tarde del
viernes hasta la mañana del domingo), el espíritu de Cristo trabajó en el interior del
Planeta Tierra, como se ha dicho antes. "Descendió a los infiernos". Tal es la frase
del Credo, para significar Su entrada en la Región Astral Inferior o Región del
Deseo" de nuestra Tierra, a la que fue a llevar Su Evangelio a las almas
desencarnadas y aún en el plano de las tinieblas. Cristo, por tanto, vino a ayudar, no
sólo a la Humanidad encarnada, sino también a sus miembros desencarnados. Su
misión se extendió aún más, a la redención de los caídos Espíritus Luciferes, cuyo
plano de actividad es el Mundo del Deseo, y hasta de los demás reinos de seres
vivientes sobre la Tierra, que han experimentado retraso en su evolución, como
consecuencia de la "caída del Hombre", su hermano mayor.. Tal es el aspecto
omniincluyente de Su trabajo redentor.
A primeras horas de la mañana de la primera Pascua, varias mujeres llegaron al
sepulcro vacío, además de la bendita madre María y de María Magdalena. Eran: La
hermana de la madre de la Virgen; la también María, madre de Judas (Tadeo) y
Santiago (el Menor); Salomé y Juana, esposa del mayordomo de Herodes, Chuza.
Todas las mujeres estaban allí, preparándose para entrar en la Muerte Mística y
experimentar la iluminación que sigue al Rito de la Resurrección. Los dos ángeles
que vieron en el sepulcro vacío representan el purificado cuerpo de deseos y el
luminoso cuerpo etérico del candidato que está preparado. Que, incluso, más elevada
consecución esperaba a estas mujeres, se deduce de las palabras que el Maestro les
dirigió, ordenándoles: "Id a Galilea y allí me reuniré con vosotras". Según el Zohar,
"la resurrección completa comenzará en Galilea. La resurrección de los cuerpos -
continúa afirmando - será como el abrirse de las flores. No habrá ya necesidad de
comer o beber, porque seremos alimentados por la gloria del Shekinah".
Los esenios, que tan reverentemente preservaron los conocimientos de los
Misterios Pascuales, continuaron entonando oraciones e himnos de alabanza durante
la noche del Sábado Santo y el Amanecer de Pascua, a lo largo de los años en que su
grupo fue activo.