Un gran sabio dijo una vez: "antes de que puedas encontrar a
Dios, debes perderte a ti mismo".
La Kabbalah enseña que podemos recibir toda la felicidad, el júbilo y la
realización que el Creador desea otorgarnos cuando asumimos el trabajo
espiritual de volvernos más parecidos al Creador, al transformar nuestra
naturaleza egoísta por una que sea desinteresada.
Desafortunadamente, nuestro ego interfiere con este trabajo casi todos los
días. Ninguno de nosotros es verdaderamente desinteresado. Tenemos
intenciones ocultas en casi todo lo que hacemos. Vamos a trabajar para ganar
un salario. Nos involucramos en una relación porque nos gusta lo que la persona
nos da. Incluso cuando hacemos acciones caritativas, generalmente buscamos
elogios o por lo menos un "gracias" a cambio.
¿Cómo es posible llegar a un estado de desinterés con todas nuestras
motivaciones ocultas? ¿Es tan siquiera posible perdernos a nosotros
mismos? Es posible, pero no es fácil.
El secreto para ser desinteresados es dar cuando
sea más incomodo, o difícil de hacer.
Cuando alguien te pide que lo lleves al aeropuerto, y es lo último que quieres
hacer pero lo haces de todos modos, estás actuando en semejanza con el
Creador como una fuerza de compartir infinita. Si escasamente tienes dinero
en tu cuenta bancaria y un amigo, o tal vez alguien que no haya sido tan buen
amigo, se acerca a ti necesitado y tu compartes lo que tienes con él, sabes que
tu amor es incondicional, así como lo es el amor del Creador.
Todas las buenas acciones revelan bondad en el mundo, pero si quieres
revelar grandeza, da hasta que duela.
Vivir un camino de espiritualidad no es fácil porque requiere sacrificio. Pero
sin importar qué sientas que estás entregando (tu tiempo, tu energía, tu talento
o tu dinero) lo que realmente estás entregando es tu ego. A esto se refería el
sabio cuando dijo que perderse a uno mismo es el camino para encontrar a Dios.
Mientras más controlemos nuestro ego, más nos conectamos con la fuente
de todas las bendiciones