JUAN BAUTISTA
(A uno de sus discípulos)
No permaneceré callado en esta oscura prisión mientras
la voz de Jesús se levanta en el campo de batalla; ni nadie
pondrá su mano sobre mí, ni encadenará mi libertad
mientras Él esté libre. Me dicen que las víboras reptan
alrededor de sus tobillos, mas yo os digo: las
víboras le darán más fuerza para aplastarlas.
Yo no soy más que un trueno en sus relámpagos, y a pesar
de haber hablado yo primero, la palabra con que he
comenzado fue la palabra de Él, y
mi intención fue su intención.
Me cogieron preso de improviso, y tal vez así harán
con Él;. pero el Nazareno les dirá antes todo lo que
tiene que decirles; y los vencerá. Su carroza pasará por
encima de ellos; las herraduras de sus caballos los
pisotearán; y saldrá victorioso. Vendrán a su encuentro
con lanzas y espadas, mas Él les opondrá la fuerza
del Espíritu. Su sangre correrá sobre la tierra, pero
sus jueces y verdugos reconocerán sus heridas y
sufrimientos, y dorarán y se bautizarán con sus
lágrimas hasta purificarse de sus pecados.
Sus ejércitos avanzarán sobre sus ciudades con balistas
de hierro, pero se ahogarán en el camino del Jordán;
en tanto los muros y las torres de Jesús se tornarán
más fuertes y más inexpugnables frente al brillo de
sus corazas y escudos.
Dicen que me alié con Él para incitar al pueblo a la
insurrección contra el reino de Judea; mas yo digo (y,
¡cuánto ansío tener fuego para amasarlo con mis
palabras!) que si ellos llaman "reino" a la fosa del vicio y
del mal, pues que se hunda y se destruya y que le suceda
lo que a Sodoma y Gomorra, y que Jehová se olvide de
esta raza, volviendo a esta tierra desierto de cenizas.
Sí, soy un aliado de Jesús el Nazareno, detrás de estas rocas
ciclópeas de mi cárcel. Él conducirá mis ejércitos con todos
sus infantes y jinetes. Mas yo, no obstante ser un jefe en
el ejército de Jehová, no soy digno de desatar la correa
de sus sandalias. Caminad y repetid a sus oídos
mis palabras y rogad, en mi nombre,
que os consuele y os bendiga.
Yo no permaneceré mucho tiempo en este lugar, porque
cada noche, entre un despertar y otro,
percibo el paso lento de unos pies sobre mi
cuerpo, y cuando presto oído siento-las
gotas de lluvia caer sobre mi carne.
Id y decid a Jesús: Juan Al-Cadroni, cuya alma se
llena y se vuelve a vaciar de espectros, ora por ti.
Entretanto, al lado de él está el implacable
sepulturero, y al otro lado yergue su cabeza el
verdugo que tiende su mano para recibir la paga.