"Todos los frutos poseen una envoltura más o menos gruesa y dura a la que denominamos, según los casos, piel, corteza, cáscara, concha… En ocasiones se puede comer, pero la mayoría de las veces se tira. Después de la envoltura, se encuentra la carne que se come. Finalmente, en el centro, están las pepitas o el hueso que, generalmente, tiramos. Pero si guardamos el hueso y lo enterramos, se garantiza la reproducción de la especie.
¿Cómo interpretar estos tres elementos del fruto? La piel que lo envuelve y lo protege, corresponde al plano físico; la carne, por donde circulan las corrientes de vida, corresponde al plano psíquico; y el hueso que asegura la reproducción, corresponde al mundo divino. Y si lo trasladamos al ámbito de las virtudes: la piel del fruto es la sabiduría que protege, retiene, preserva; la carne del fruto es el amor, porque el amor es lo que se come y mantiene la vida. En cuanto al hueso que se planta, representa la verdad ya que solamente lo verdadero es capaz de perpetuar la vida. " (Omraam Mikhaël Aïvanhov)
|