No se puede jugar con fuego, porque el ejercicio de la autoridad implica la rendición de cuentas. Si no debe procederse con ligereza en los proyectos de alcance social, tampoco conviene hacerlo con los proyectos personales.
La vida no es un pasatiempo, sino una ocasión incomparable que vale la pena aprovechar con sensatez.
De ahí que no es aconsejable dejarse atrapar por la fiebre posesiva del poder y las riquezas. Éstas como bien ha escrito algún teólogo, suelen ser "un buen siervo y a la vez, un mal amo".