No resulta sencillo compaginar la honestidad con la compasión. Unos vamos por la vida con el criterio relativista de "que todo vale" regalando certificados de aprobación y tolerancia hacia cualquier tipo de comportamiento.
Los referentes mínimos de comportamiento ético que aseguren una humanización y una vida digna parecen desusados. "Cada cabeza es un mundo" y lo que para unos es bueno, para otros no lo es; así que la permisividad se convierte en la divisa del momento.
La compasión divina es incondicional. Quien haya vivido rodeado del amor de Dios, tendrá que configurarse como señal de su amor para los demás. Ese criterio no está sujeto a negociación para quien se considere cristiano