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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 04/11/2013 13:12
 
 
 
 

SALUD Y LIBERTAD
Esteban Estrella

Salud y Libertad son dos conceptos que expresan dos ideales humanos – un
mismo ideal, en definitiva –. Expresan lo máximo a que el Hombre puede
aspirar: su realización, su plenitud. Me gustaría explicar esto.
I. La Salud del Hombre. Pluralidad de sus dimensiones.
Todo el mundo sabe – o cree saber – lo que es la salud y la libertad, lo mismo
que el amor, la felicidad, la justicia y tantos otros términos excelsos y tan
manidos. Desde luego, todas estas palabras significan algo para cada uno;
pero este significado no es el mismo para todos; y, por ello, su utilización es
muchas veces fuente de malentendidos, cuando no de conflictos. Si queremos
entendernos, es necesario, pues, como punto de partida, definir estos dos
términos.
¿Qué es la Salud? Mucha gente entiende que la salud es la "ausencia de
enfermedades". Pero, con esto, no dicen nada, si luego definen la enfermedad
como "ausencia o alteración de la salud". Busquemos, pues, su contenido
positivo.
La definición de salud que ofrece la Real Academia de la Lengua, en su
primera acepción: “Estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas
sus funciones", apunta a lo que quiero expresar. En esta dirección, avanzo la
siguiente definición, para referirme concretamente a la Salud del Hombre.
Entiendo por Salud: "La vida misma del Hombre, en cuanto, en el desarrollo de
sus capacidades, se expresa de modo pleno y armónico".
¿Cuáles son esas capacidades? Preguntar esto equivale a preguntar: “¿Qué es
el Hombre?” ¿Acaso un mero conjunto de órganos y sistemas biológicos?
Esto parecen creer los que reducen la salud al plano material, al cuerpo, y, en
consecuencia, se valen exclusivamente de una terapéutica física, química, o
biológica, para su mantenimiento; o para su recuperación, si se ha perdido. La
segunda acepción de la salud, que brinda la R.A.L., apunta en esta dirección:
"Condiciones físicas en que se encuentra un organismo en un momento
determinado". Pero, ¿el Hombre no piensa y siente también? Y ¿no es el
Hombre, asimismo, un ser que se relaciona, un ser social?: ¿no es la
sociabilidad una dimensión humana, sin la cual no existiría el Hombre? La
Organización Mundial de la Salud contempla esta pluralidad de dimensiones
citadas, cuando define la Salud como "Un estado de completo bienestar físico,
mental y social".
Además, puesto que la vida del Hombre se desarrolla sucesivamente, paso a
paso – esto es lo que llamamos “tiempo” –, y no está constituida únicamente
por el presente, sino también por el pasado, que le presiona o determina y por
el futuro, al que tiende o que le atrae, ¿no le pertenece también una dimensión
temporal, histórica?
Asimismo, puesto que la Naturaleza, el Universo, en suma la Realidad material,
forma toda un organismo, que se rige por unas determinadas leyes, y el
Hombre es una parte de este Ser y sigue necesariamente esas leyes, aunque
sea para dominarlas y – si esto fuera posible – para quebrantarlas, ¿la
dimensión natural, planetaria, cósmica, no lo define también? ¿O acaso es un
ser fuera de la Naturaleza?
Y ¿el Hombre no es también un ser espiritual; quiero decir, capaz de objetivar
en cultura su vida intelectual, consciente de sí mismo, con una intimidad
personal, con posibilidad de libertad y responsabilidad, buscador de un ser y
un sentido últimos, y anhelante de trascender el tiempo y el espacio? ¿No es
esto, que le permite vivir de modo singular, lo que lo define en último término y
lo distingue de los demás seres?
Al hablar de la Salud del Hombre me refiero, pues, a todas estas dimensiones,
modos de ser o aspectos de su vida; pues considero que un Hombre ignorante,
o esclavizado por sus pasiones, o atormentado por su pasado y temeroso del
futuro, o sin un proyecto de vida, o incapaz de relacionarse social o
ecológicamente, o viviendo en una Sociedad o en una Naturaleza enfermas, o
angustiado por una vida sin sentido, etc., aunque físicamente pueda estar sano
(pero ver, más abajo: II.B), no goza de una completa Salud.
Cuando digo, al definir la Salud, que la expresión de la vida del Hombre, en el
desarrollo de sus capacidades, debe ser plena y armónica, estoy hablando,
lógicamente, de un "tipo ideal". Y no construyo este tipo con datos estadísticos,
es decir, no parto de lo que nuestra Sociedad, generalizando las opiniones
actuales, entiende hoy por salud física, salud mental, salud social, etc., sino
que, entre las varias formas posibles de ser Hombre, elijo la que me parece
más concorde con la totalidad de su naturaleza, y, en base a ello, imagino un
Hombre con todas sus capacidades desarrolladas y en armonía unas con otras.
Queda claro, pues, que estoy presentando un "modelo" y ello con la finalidad
de que pueda servirnos de guía o norte, para la orientación de nuestros
esfuerzos en nuestro trayecto vital, hacia la superación de “lo que hay” (pero
ver, más abajo: II.B, hacia el final).
Quede dicho, de pasada, que el goce implícito en este estado de plenitud y
armonía se designa propiamente con la palabra Felicidad.
II. La Salud del Hombre desde la perspectiva de cada dimensión.
A) Visión de conjunto de las perspectivas.
La vida del Hombre es un todo unitario, una unidad, y, por eso, a ella debemos
referir el término Salud en su más amplio y propio sentido. Pero, si, para captar
su riqueza y entenderlo mejor, descomponemos, mentalmente, al Hombre en
las varias dimensiones que lo constituyen, si analizamos las diversas facetas
que integran este modelo humano que se nos propone, y contemplamos al
Hombre Sano, enfocando aisladamente cada una de estas dimensiones,
podemos entonces hablar de la salud en otros sentidos más restringidos,
refiriéndola a cada una de estas facetas o dimensiones. El compendio de
todos estos sentidos parciales de la Salud – “saludes” que no pueden existir
aisladamente, pues la unidad del Hombre, el acto unitario que, en todo
momento, es su vida, implica la interrelación e interdependencia de estas
varias dimensiones, y es más que su mero agregado – conforma el sentido
total de lo que entiendo propiamente por Salud del Hombre.
Esta división teórica del Hombre no tiene nada que ver con la
“fragmentación”, e incluso “pulverización”, que el mundo actual, con sus
innumerables objetos, recursos y posibilidades, produce en el Hombre,
invadiéndolo de solicitaciones que, saturándolo, atomizan y dispersan su
atención e impiden la concentración de sus energías en la realización de su
auténtica vocación personal. Por su parte, las Sociedades cerradas, con su
falta de tolerancia, respeto y generosidad ante la riqueza de la realidad y ante
la diversidad de las formas de lo humano, fomentando la hipocresía social, en
la que lo que se piensa, se siente, se dice y se hace no coinciden, e
impidiendo, con ello, al Hombre estar siempre íntegramente presente, “ser de
una pieza”, contribuyen también a su “desintegración”. Sirva de ejemplo
evidente la presencia, en ellas y en algunas de las que se dicen “abiertas”, de
determinados tabúes sobre, por ejemplo, la religión, la muerte, el dinero y el
sexo, que impiden afrontar conscientemente, expresarse francamente, debatir
inteligentemente y decidir libremente en cuestiones como la libertad de
creencias, la eutanasia, los paraísos fiscales, la existencia de grandes sectores
de la humanidad en la miseria y la existencia de diversas formas de la
sexualidad.
Desde las perspectivas de estos sentidos restringidos, que nos proporciona el
análisis, se puede decir que está sano, o bueno, o se encuentra bien, el
Hombre que disfruta de salud física u orgánica; que tiene conocimiento y
sabiduría, o que es instruido y sabio, el Hombre amante de la verdad, que goza
de salud mental (pero, ver más abajo: D.b); que es ético o virtuoso el Hombre
que, disfrutando de salud emocional, es dueño de sí y toma libre y
responsablemente sus decisiones; que es sociable, el Hombre que, mediante
sus relaciones constructivas y armónicas con los demás, es capaz de contribuir
a la salud social y se complace en ella; que tiene experiencia de la vida, es
dueño de ella y ha aprendido su lección, el Hombre que, poseyendo lo que
podríamos llamar salud biográfica e histórica, es avisado y previsor, vive
satisfecho y conscientemente un presente que implica todo su pasado y, en la
medida de sus posibilidades, elige ilusionado su futuro con libertad
responsable; que es naturista o ecologista el Hombre que, con sus acciones de
respeto a la Naturaleza y cooperación con ella, contribuye a la salud
planetaria y cósmica y se deleita en ella; y que es espiritual o está realizado
espiritualmente el Hombre que, al actualizar o tomar conciencia de su última
realidad constitutiva, de su dimensión trascendente, se recrea, fecundado por
un sentido último, en la plenitud, el gozo y la paz interior de la salud espiritual.
 
B) Falseamiento de la realidad que implican las perspectivas.
Antes de empezar a exponer cada una de estas dimensiones, quisiera advertir,
de nuevo, del falseamiento de la realidad que lleva consigo este planteamiento
analítico. Quiero insistir en que esta disección y disgregación del Hombre, que
se hace a continuación, es artificial – y por tanto imposible de ejecutar cumplida
y nítidamente, como se verá –, pues el Hombre es una unidad indivisible; es
una realidad compleja, irisada, con multitud de facetas, pero indivisible. Y esta
unidad, que se expresa, en cada uno, en la palabra “Yo”, no puede dejar de
estar presente en cualquier manifestación humana.
Sirva, como muestra, el pensamiento: Cuando imaginamos al Hombre
pensando – se diría que esta función se puede delimitar y aislar claramente –
no está sólo pensando: su cerebro, su sistema nervioso, está realizando
diversas acciones y funciones, su cuerpo entero lo acusa de variados modos, y
diversos gestos y señales – un ceño fruncido, una tensión, una leve sonrisa, un
brillo en sus ojos,… – lo delatan; cierto temple del ánimo, cierto estado afectivo,
es reforzado o generado por su pensamiento, otro le impide pensar, otro le
inclina en una dirección, le suscita determinados pensamientos; necesita y
utiliza para pensar diversas palabras – que encierran una primera
interpretación de la realidad –, y este lenguaje lo ha recibido de la Sociedad en
la que vive, en la que abundan unas palabras y escasean o faltan otras; por
otra parte, ciertos “filtros” sociales le impiden o dificultan pensar determinadas
realidades, mientras que determinados tópicos le hacen siempre presentes
otras, tanto más cuanto mayor sea el grado de su conformismo y enajenación y
menor el de su independencia y posesión de sí; su instalación en cierta “altura
de la vida”, su experiencia de ella, sus recuerdos, sus frustraciones, sus
proyectos, ideales y anhelos le llevan igualmente a unos u otros pensamientos;
esta experiencia vital le es asimismo necesaria, así como el amor a la verdad,
para despertar su verdadero interés por la realidad, sin el cual no puede
“emplearse a fondo” en el pensamiento; su entorno y su relación con él, su
estilo de vida, natural o artificial, su actitud dominadora y depredadora, o
colaboradora y respetuosa, con la Naturaleza, le lleva a determinados
pensamientos o le aparta de ellos; sus creencias, sus valores, principios e
ideales orientan también sus pensamientos en uno u otro sentido; su grado de
realización espiritual le lleva a plantearse o no ciertas cuestiones últimas y a
abordarlas de un modo u otro…
Detrás de cada expresión o manifestación de lo humano está, pues, siempre
todo el Hombre. Otra cosa es que esta presencia integral esté más o menos
actualizada y desarrollada en cada uno de sus elementos y sea o no
consciente y armónica; que las distintas facultades o posibilidades humanas
estén en concierto, conjuntadas, colaborando todas en su feliz realización, o,
por el contrario, mal avenidas, en disonancia, enfrentadas en tensión o
conflicto, paralizándolas o dificultándolas.
Ciertamente, por distintas circunstancias, internas o externas, una o varias de
estas capacidades pueden atrofiarse o insensibilizarse y estar ausentes o
latentes en mayor o menos grado; o, por el contrario, crecer de un modo
desmesurado e incontrolado, en perjuicio del resto de facultades,
avasallándolas, rompiendo su armonía. Así, por ejemplo, una persona puede
estar impedida para el ejercicio físico, o para el pensamiento lógico, para la
relación afectiva, etc.; o, por el contrario, vivir sólo para ello.
Aunque, en todos estos casos – de acuerdo con la definición de Salud que he
presentado más arriba –, se puede hablar fundadamente de enfermedad, no
siempre se reconoce en ellos una anormalidad, pues ciertas carencias y
excesos están tolerados, e incluso aceptados y fomentados, socialmente:
como, hoy día, la ambición, la codicia, la competencia rival, el consumismo, la
insensibilidad hacia las necesidades ajenas, la utilización de la violencia en los
medios familiares y en los de comunicación y esparcimiento, la
desconsideración hacia algunas personas, el maltrato a los animales, ciertas
adicciones…; o como cuando se exige, para validar a un juez, solamente, que
tenga conocimiento y memoria de las leyes, o a un político, retórica y
capacidad de decisión… Y algunas tienen, en ocasiones, hasta cierto halo de
prestigio, como en el caso de las personas que “sacrifican” su vida para lograr
el éxito en determinados ámbitos, aunque, en el resto, su vida sea un fracaso:
tal el empresario que sólo busca ganancias económicas, que manifiesta la
primacía del dinero en la frase “el negocio es el negocio”; o el deportista, que
sólo vive para su deporte, hasta el extremo de perjudicar, paradójicamente, su
propia salud física; o el artista que sólo sueña con su arte…; incluso se les
llama, a veces, “genios”, o “monstruos”, y lo son efectivamente, pero como
fenómenos de feria – de la feria del mundo –, si no han logrado expresar la
totalidad de su vida y la han deformado o mutilado con sus renuncias o
excesos, empequeñecimientos o agigantamientos, malogramientos o triunfos…
Sin embargo este asunto no es tan simple, y es de gran trascendencia, pues
entra en juego en él la posibilidad, el derecho incluso, que el Hombre tiene – a
diferencia de los otros seres – de “optar” por una u otra forma de vida,
seguir un camino u otro, y “elegir” así ser deportista, científico, artista, político,
empresario, religioso..., y de serlo única y exclusivamente, hasta sus últimas
consecuencias. Y no hay que desdeñar el asunto del avance que, para la
humanidad en su conjunto, y luego para cada hombre en particular, han
aportado estos “sacrificios” de personas particulares, al ensanchar, por sus
distintas trayectorias, el horizonte vital humano.
Pero, no deja de ser, cuando menos, “curioso” el que, dada la “dificultad” del
hecho de la existencia, de la vida y del pensamiento, una vez que uno se
encuentra siendo Hombre – o en la puerta de acceso para ello –, reduzca su
vida a contemplar futbol, ganar dinero…; o ejercitando sólo las funciones
animales, corporales, sensitivas…, sin hacer uso de las que le singularizan
como Hombre. Si uno tuviera acceso a un restaurante – y este ejemplo
ilustrativo es ligero e insustancial, comparado con el grave, decisivo y
trascendental que tenemos entre manos: la vida misma –, donde se sirvieran
los más suculentos manjares de todo el mundo, y se le diera la oportunidad de
comer lo que quisiera, por un tiempo limitado, ¿qué haría?: ¿comería sólo su
plato favorito, o probaría todas las delicias que pudiera? Si uno fuese llevado a
un lugar desconocido – y este ejemplo se acerca más a nuestro tema – y
tuviera la posibilidad de desplazarse por él, conocerlo y desentrañar sus
misterios, ¿qué haría?: ¿se contentaría con ver lo próximo, lo inmediato, o
exploraría todos los rincones? ¿Cómo se puede contentar uno con cantar, a
una sola voz, un simple sonsonete, teniendo un coro, capaz de sinfonías,
dentro? Si uno tuviera la esperanza de vivir, después de ésta, muchas otras
vidas, en las cuales pudiera ejercitar sus otras facultades, desplegar sus otras
posibilidades, esta parcialidad tendría aún cierta justificación; pero, sin esta
previsión resulta, como mínimo, “chocante”.
Lo que parece indudable es que, dada la unidad del Hombre, no es posible, por
ejemplo, ni siquiera su salud física, la salud cumplida de su cuerpo, sin una
mente y un “corazón” sanos, esto es, ignorando cuestiones higiénicas básicas,
o albergando pensamientos insanos, o abrigando odio o temor, o en presencia
constante de la deformidad, de la fealdad, o en un estado de estrés
psicológico…; tampoco en un estado de estrés social, o sin una relación
armoniosa con los demás, o en una sociedad enferma; o sin un entorno sano; o
sin estar en paz con el propio pasado, o desorientado vitalmente, sin valores,
proyectos, ilusiones; o sin encontrar un sentido a su vida... Y, a la inversa, es
difícil, y a veces imposible, realizar cualquier cosa sin salud física. Del mismo
modo, no es posible la completa salud mental, o la de cualquiera de las otras
dimensiones que constituyen al Hombre, sin la salud de las otras
dimensiones, pues todas están implicadas en cada una de ellas.
¿Quiere esto decir que, por ejemplo, una persona afectada de una grave
enfermedad, que invalida prácticamente su cuerpo pero respeta su cerebro, no
puede tener un pensamiento amplio, profundo y verdadero, y que deja de ser
por tanto, en esta medida, Hombre en el más amplio y pleno sentido ? Aquí
tampoco el asunto es tan simple. Desde luego, si quitamos, de un polígono,
una de las rectas que lo conforman, ésta figura deja de ser polígono, pues
queda abierta. Pero, el Hombre es un ser vivo, dotado de gran plasticidad, en
constante transformación y regeneración, con capacidad de creatividad, de
“cicatrizar sus heridas”, de reestructurarse; y es su personalidad total, su Yo,
quien decide en última instancia hacer una cosa u otra con lo que dispone (su
cuerpo, su pensamiento, sus afecciones, su experiencia…), y, cuando las
cosas le “vienen mal dadas” en una de sus dimensiones, puede replegarse
sobre las otras posibilidades, puede suplir una carencia profundizando en otras
dimensiones; en alguna de las cuales quizá pueda lograr tal excelencia, tal
grado de realización que, finalmente, aumente la perfección de su ser, en su
integridad unitaria. Cuando una dimensión del Hombre – básicamente, su
pensamiento, o su corporeidad – es reducida, sigue siendo Hombre.
Solamente desaparece el Hombre en su totalidad, en la proporción en que
desaparece precisamente su capacidad de pensar y, con ella, las de recordar y
proyectar. De todos modos, parece indudable también que, con otro cuerpo, el
mismo Hombre sería distinto, y sus pensamientos – aunque, necesariamente
verdaderos en todos los casos, en tanto captaran la naturaleza de las cosas y
sus relaciones –, seguramente irían por otros derroteros. El Hombre disminuido
en alguna de sus dimensiones quizá sufra esta ausencia y piense que le falta
algo para ser completo, o que podría ser de otro modo; pero, al hablar de
futuribles, hay que tener en cuenta que la perfección es la realidad misma, y el
Hombre, de que aquí estamos hablando, tan sólo un modelo teórico, que es
“necesario” aquello que se ha producido o se producirá, y que llamamos
“posible” tan sólo a aquello que no sabemos si se va a producir o no.
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 

 


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