"«Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo» dijo
Jesús en el «Padre nuestro». Pero ¿por qué debemos cumplir
la voluntad de Dios? Porque es un acto mágico. Desde el instante
en que decidimos
servir al Señor, todo nuestro ser está
ocupado, reservado y entonces, las voluntades contrarias que
tratan de seducirnos para utilizarnos, no pueden hacerlo: puesto
que estamos comprometidos al servicio de Dios, estamos
protegidos.
Los humanos raramente son conscientes de la presencia a su
alrededor de toda clase de voluntades visibles e invisibles, que
tratan de insinuarse en ellos para ponerlos al servicio de sus
malos designios. Creen actuar libremente, y sin embargo no es
así, sin que ellos lo sepan, se convierten en esclavos de
entidades maléficas que terminan disgregándoles. Así pues,
cuando dices: «Hágase tu voluntad, así en la tierra como en
el Cielo», penetra bien del sentido de las palabras que
pronuncias."
(Omraam Mikhaël Aïvanhov)