"El discípulo que se compromete en la vía de la verdadera evolución, es comparable al viajero que pasa una frontera. Como transporta con él toda clase de equipajes heteróclitos acumulados desde hace milenios, los aduaneros le retienen y le dicen: «Amigo, el camino es largo y rudo, estos objetos con los que vas cargado son pesados, inútiles, y hasta perjudiciales, debes dejarlos aquí.» Y obligan al discípulo a desembarazarse de todo lo pesado y tenebroso que le impide vibrar al unísono con la pureza y la luz que quiere alcanzar. Este paso de la frontera no es fácil, porque siempre es doloroso renunciar.
Pero, como su deseo es elevarse, el discípulo debe aceptar el precio. Debe perseverar y, en la frontera de otra región, deberá pronto pasar otra aduana… hasta que llegue, completamente liberado, a esta región celestial en donde se fusionará con la Fuente de la vida eterna.
Si no quieres ser detenido sin cesar por las aduanas celestiales, debes ser tu mismo el aduanero de tú mundo interior. Cuando comes, estás atento para no tragarte cualquier cosa; de la misma manera, estar atento a la calidad de los pensamientos y de lo sentimientos que dejas entrar en ti. A cada pensamiento, a cada sentimiento que se presente, dile: «Espera un poco, tú, ¿de dónde vienes?» Y acepta solamente aquéllos que te reforzarán espiritualmente." (Omraam Mikhaël Aïvanhov)
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