Esperar a Jesús es vivir el presente con lucidez, confianza y responsabilidad. Velar, vigilar, escuchar el latido de la vida, trabajar, día a día, para que la obra que Jesús comenzó llegue a su cumplimiento. Darle a conocer con nuestra vida, estando atentos a los anhelos de paz, de justicia, de solidaridad. Sabiendo siempre que en la alegría, en el dolor, en todas las circunstancias y en todos los acontecimientos, Jesús está con nosotros.
La Palabra de Jesús es Fuente de confianza, paz y alegría interior. Es anuncio de su presencia y de su liberación. El Dios que viene es el que esperamos, el que anhelamos, en quien confiamos, el que sale a nuestro encuentro, el que nos busca, nos comprende, nos libera, nos acoge, nos cura, nos quiere, nos llena de vida, alegría, luz y paz.
Jesús viene siempre, está viniendo continuamente a nuestra vida, en las personas que encontramos, en el trabajo, en la comunidad, en nuestro interior...
¡Viene el Señor! Viene la Luz, viene a iluminarnos el camino y a llenarnos de esperanza.