"La ira, es una manifestación material que representa de manera general, nuestro fracaso de la parte espiritual en la tarea de ganar el control sobre la naturaleza intelectual y física”1673 que obedece a un movimiento instintivo pasional, que ciega el intelecto y lo priva de toda objetividad.
La ira, habitualmente es producto del egocentrismo, la persona se siente tan importante, que cree que sólo ella es capaz de tener la razón y por lo mismo no duda en imponerla a cualquier precio, ignorando que “la defensa argumentativa de cualquier posición es inversamente proporcional a la verdad que contiene.” 557
Quien tiene que gritar o demostrar su enojo para ser escuchado, es porque no tiene mayores argumentos para convencer. Imponerse por la fuerza, más que una victoria, es una derrota que demuestra el poco ascendente que tenemos en los otros, porque “si amas a la gente, ellos se sentirán atraídos a ti y no tendrás dificultad alguna en atraerlos.” 1452
Desgraciadamente, hoy en día, tanto en el trabajo como en el hogar, hay una gran propensión al enojo y a la ira . Cada vez son menos los niveles de paciencia, tolerancia, empatía y reflexión, lo cual hace bastante más difícil la convivencia y la comprensión entre los seres humanos, porque el estado anímico de paz y armonía es el que permite que nos contactemos con nuestro Espíritu residente para actuar como hijos de Dios
Es muy cierto que dos no pelean, si uno no quiere. El mejor escudo ante la ira ajena, es el silencio y la armonía. Silencio, porque el contestar a una persona iracunda, sólo se consigue aumentar su rabia, porque su estado, no le permite escuchar razones, por muy loables y certeras que ellas sean. Por eso, hay que dejar que pase la tormenta, que la ira del interlocutor se calme, para dar nuestro parecer, porque “el que tarda en airarse es grande de entendimiento, mientras que el que es impaciente de espíritu, enaltece la necedad. La blanda respuesta quita la ira en cambio las palabras ásperas hacen subir el furor.”1673